Dulcinea era la idealización de una ruda campesina llamada Aldonza a la que
la imaginación de Don Quijote transformó en una dulce dama, después de que del
mucho leer se le secó el cerebro.
Nuestro cerebro sigue fresco y la ardilla intacta, así que donde decía
Dulcinea, vimos a Aldonza.
Llegar a cenar a este restaurante en la zona del mercado de Polanco fue
toda una odisea, pues ese día se cayó el cielo en forma de granizo y la ciudad
se colapsó. Así qué llegamos con sed de náufragos y hambre atrasada. Tras una breve
mirada a la carta pedimos las entradas. Eva se decidió por los Tacos de pescado
al pastor ($225), el plato más caro de la carta y, por mucho, el más bueno. El
pescado era suave y el adobo estaba bien elaborado, la tortilla venía
ligeramente pasada por grasa, lo que aportaba un extra de sabor y la salsa que
acompañaba iba muy bien.
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