martes, 3 de mayo de 2011

Country, entre el rancho grande y el lujo sureño


Muuu, oinc, quiquiriquí... Estos son los sonidos que dan la bienvenida en la recepción del restaurante Country, en Bosques de las Lomas. Para llegar hasta ahí tendrá que pasar por un corredor que simula un túnel tapizado, en paredes y techo, por una falsa vegetación.
Si no reservó con un día o dos de anticipación, difícilmente pasará de la mesa de la hostess con unas lechuzas disecadas a un lado. En cambio, si fue precavido, podrá ingresar al magnífico salón, decorado al estilo sureño estadounidense.
Toda la decoración se siente que fue cuidada hasta el último detalle y el conjunto es perfectamente coherente. Es como si fuera Disney World. Perfecto, pero artificial.
Una de las razones por la que Eva tenía muchas ganas de ir al Country es porque le habían recomendado sus martinis y tragos, tanto por su variedad como por su calidad. Sin embargo, nadie nos ofreció la carta de bebidas y el mesero se limitó a sugerir un par de martinis. Luego nos enteramos de que sí había una carta y muy extensa, pero ya era demasiado tarde, pues Eva ya había pedido su Martini de kiwi ($150) a sugerencia del mesero que, para lo que le prometieron, se quedó corto. Además de que hubo una peculiar discusión frente a nosotros respecto a si había o no dicha fruta. Gerardo pidió una copa de proseco ($110), cumplidor a secas.
Mientras bebíamos, observábamos el mimo de cada detalle. Eva regocijada por los puerquitos y otros animales de granja en miniatura, y Gerardo horrorizado porque los libros que aparecían por todos lados sobre las estanterías estaban colocados al revés, es decir, por el corte delantero donde sólo se ven las páginas y se oculta el lomo, que es donde se lee el título. ¡El libro como ornato de relleno, sin pudor alguno!
Para no hacer corajes decidimos pedir las entradas que compartimos.
Elegimos unas Almejas chocolatas ($145) muy frescas y bien aliñadas y también unas Tenazas de cangrejo moro ($240) cuya coraza no estaba quebrada de la manera adecuada y por lo mismo costaba muchísimo trabajo acceder a la pulpa, pese a las pinzas especiales que acompañaban para tal efecto. Hemos comido este  mismo plato en otros sitios y en ninguno de ellos tuvimos ese problema.
La mejor entrada fue el Carpaccio de alcachofa ($180) que venía acompañada con portobello y láminas de queso parmesano. La alcachofa estaba bien cocinada y el portobello combinaba perfecto. El queso era de una calidad aceptable y todo creaba un conjunto muy agradable.
Para maridar los platos principales pedimos un vino tinto Mas Plana 2006 Gran Reserva ($1,230). Si bien ésta no fue la mejor añada que hemos probado, sigue siendo una excelente expresión de Cabernet Sauvignon. Con un color cereza oscuro, predominaban aromas de arándano y cereza confitados; se percibía la barrica bien trabajada y un interesante aroma a trufa. En boca resultaba carnoso con taninos finos y con un final prolongado.
De fuerte, Eva pidió un Dry Rib-Eye de 400 gramos ($450), que era una carne añejada "por medio de la congelación" y que prometía ganar en sabor, suavidad y textura. Pero no resultó tan maravilloso, simplemente estaba bueno. Venía acompañado de una salsa Bearnaise y por una papa al horno que estaba seca y sobrecocida.
Gerardo eligió el Seabass Country ($295), un pescado a la parilla que tenía buena cocción y agradable textura, pero con una presentación de lo más plana y sin chiste, cubierto de arúgula. Estaba acompañado de chícharos chinos y ejotes bañados en una salsa de tomate (verde, se entiende) de buen sabor. Pese a que el plato era correcto no superaba a otros pescados probados en restaurantes de comida estadounidense menos caros.
A Gerardo se le antojó la papa al horno ($40) que le sirvieron a Eva de guarnición y pidió una igual, pero sin crema, que también estaba demasiado cocida y seca.
Los postres resultaron más dignos de rancho grande que de restaurante de lujo, con porciones vastísimas y poco refinadas. Así, a Eva le tocó una rebanada gigante de Banana Cake ($85), que venía acompañado de un helado de vainilla. No le gustó.
Y a Gerardo una porción no menos grande de Apple Cinnamon Pie ($85) que prácticamente no se comió, pues era engordar mucho por poco placer a cambio.
De consolación pedimos una botella de vino de postre: Pillitteri Late Harvest Vidal 2006 ($540), de Canadá. Con un color dorado brillante y aromas a durazno, flores blancas y miel. En boca con una acidez muy balanceada, un nivel de azúcar óptimo, un cuerpo untuoso y un final persistente. Funcionó perfecto.
No nos llevaron petit fours ni cortesía alguna y tampoco nos sugirieron un digestivo.
En resumen, fue una cena cara, aceptable, en un entorno agradable pero muy lejos de ser memorable, de no ser por el salón que era realmente bonito.

Dirección: Paseo de los Laureles 458, Bosques de las Lomas, México DF.
Teléfono: 1327 0280
www.countrybistro.mx
Horarios: Lun. a Sáb. de 08:00 a 02:00 horas.
Cubierto: $25 por persona.
NOTA: Todas las fotografías fueron tomadas con un IPhone. 

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