Como su nombre lo dice, la especialidad son el té y el champagne que se sirven, como dicta la etiqueta, por la tarde, solos o acompañados de scones (panecillos típicos del Reino Unido), sandwiches (de pepino, huevo, salmón, etc.), lo que en la carta se describe como "alta repostería" o, si se prefiere, el Dim Sum (dumplings).
Adicionalmente ofrece servicio de comida y cena con una carta que presenta unas cuantas entradas, ensaladas, sopas, platos fuertes y postres. No es muy amplia, pero la oferta es interesante. Nosotros decidimos ir a cenar, pero ya estando ahí nos dimos cuenta de que lo ideal hubiera sido acudir por la tarde a tomar té con sandwiches, scones y champagne. La oferta de ésta última bebida es muy extensa y se sirve en cubetas de plata, como también de plata es el servicio de té. Este último consiste en una selección de Caravanserai, que según nos presumió Vanesa Fernández, una de las socias, son el único lugar que lo ofrece en México.
Como no podíamos retroceder en el tiempo, pedimos la cena, pero antes nos tomamos sendas copas de Moët & Chandon Grand Vintage 2002 de una botella recién descorchada que al final decidimos consumirla entera ($1,530).
Se trata de un champagne complejo, con carácter, personalidad y mucha elegancia. Fue posible gracias a una muy buena añada, con condiciones climáticas óptimas, lo que se complementó con un largo proceso de envejecimiento. La burbuja era muy fina, constante y extraordinariamente integrada. De color amarillo dorado, potencia aromática elevada, compleja y con una textura exquisita en boca. Fue una excelente decisión.
Se trata de un champagne complejo, con carácter, personalidad y mucha elegancia. Fue posible gracias a una muy buena añada, con condiciones climáticas óptimas, lo que se complementó con un largo proceso de envejecimiento. La burbuja era muy fina, constante y extraordinariamente integrada. De color amarillo dorado, potencia aromática elevada, compleja y con una textura exquisita en boca. Fue una excelente decisión.
Eva comenzó con una Ensalada de alcachofas con queso pecorino ($160). Estaba bien presentada y aliñada, los elementos que la conformaban eran correctos. Todo iba bien hasta que de repente una fibra se apareció en el platillo. El mesero refirió que era “el tallo de un espárrago francés y que esa era la textura adecuada”. Pero la verdad es que era el tallo de la alcachofa simplemente hervido y además de tener una textura horrible y no estar sazonado, no aportaba nada al plato.
Gerardo prefirió las Verduras asadas con aderezo de jerez ($115) que consistían en berenjenas, alcachofas, espárragos, champiñones, jitomate y cebolla. La cocción era correcta, lo que les daba una textura adecuada, casi al dente. El sabor de las verduras era bueno y el del aderezo no era malo. Algo que le gustó es que venían discretamente aliñadas, con aderezo aparte para quien deseara ponerle más, que no fue su caso.
De plato fuerte Eva ordenó el Mignon de venado con reducción de echalote y mousseline de colinabo ($620). La verdad es que la calidad de la carne era muy buena, estaba fresca y se ordenó sólo sellada y aún así resultaba muy suave. El problema fue que no estaba bien sazonada. La salsa también resultaba un poco plana para dicha carne. En cambio, los echalotes estaban muy bien confitados y la mousseline resultó muy sabrosa. Lástima de la sazón de la carne.
Gerardo se decidió por el más modesto, pero no menos complicado, Lechón confitado con papa cambray asada ($190). Estaba demasiado seco y no lo jugoso y tierno que uno espera de una carne elaborada con dicha técnica de cocción. Tal vez se les pasó la temperatura, pues además la grasa sabía muy fuerte y predominaba junto con el gusto de las especies. Las papas estaban bastante bien.
Para finalizar, Eva ordenó una Terrina de tres chocolates ($64), que, digamos cumplió como final dulce.
Tras no encontrar en la carta nada que conviniera a su intolerancia a la lactosa, Gerardo preguntó al mesero si había algún postre que pudiera comer. Éste le recomendó el Margarita pay ($47) que, según dijo, “no llevaba lácteos”, pues era un mousse elaborado a partir del famoso coctail y con una galleta abajo que “sólo tenía mantequilla, pero no lácteo”. Con todo, decidió pedirlo, pues no tenían frutas, y no comerse la galleta con mantequilla que en el imaginario del camarero estaba deslactosada. Al final sólo comió la mitad de la parte de arriba.
A Eva le pareció magnifico, puesto que es una aficionada al whisky y decidió probar un Tennessee whiskey: Gentleman Jack ($130) el cual es un single whiskey que está hecho de una única barrica y cuya particularidad es que lo filtran dos veces a través de carbón de maple (charcoal-mellowing process), antes y después del proceso de añejamiento, otorgándole excepcional suavidad y sabor. Es un whiskey de cuerpo medio, de color ámbar con múltiples aromas de frutas y especies. En boca resulta elegante con un final largo muy agradable.
Eva decidió tomar después una copa de Glenfiddich Excellence ($210) que es un single malt añejado por 18 años y con 43% de alcohol, el cual se integra perfectamente dentro del whisky por su gran complejidad y estructura. Muy agradable.
Por último, Gerardo quiso probar el té y pidió un Geisha mix ($52), que era una mezcla de té blanco con cítricos muy sabrosa.
El concepto es interesante, esperemos que se vaya perfeccionando poco a poco. Finalmente nos sedujo la idea del servicio de té y champagne de media tarde. Razón por la que prometemos volver.
Dirección: Darwin equina con Kepler, Colonia Anzures, México, D.F.
Teléfono: 2614.6031 / 2614.0941
Página web: http://celeste.com.mx/es/celeste-champagne-tea-room-2/
Horarios: Lun. a Sáb. de 12:00 a 03:00 horas. Dom. de 12:00 a 0:00 horas.
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