miércoles, 10 de noviembre de 2010

¡Xaac, Pum, Cuas!


Como la cueva de Batman estaba  escondida en un risco lejano, el restaurante Xaac está en un recodo de la Avenida Mario Pani, un camino que más parece un intestino, por las vueltas que da, que una avenida propiamente dicha. Eso sí, todo lujoso y moderno, pero no bonito.
Llegamos a un salón enorme, de altos techos y amplios espacios, completamente vacío, excepto en la terraza, donde un grupo de señoras estaba chacoteando alegremente, tras una comida que adivinamos de larga sobremesa (ya era la hora de la cena) y mucho alcohol.
De inmediato nos ofrecieron un coctel de una selección que nos repasó verbalmente el camarero. Los dos  pedimos sendos martinis ($85 cada uno) descritos como de pepino con miel de agave y chiles, que en la realidad resultó en una mezcla de pepino muy endulzada pero no precisamente con miel de agave y sin evidencia real de algún picante.
Para no ser los únicos en el inmenso salón, decidimos pedir las entradas en la terraza y de lo que ofrecía la carta nos llamó la atención la Ensalada de tomate con vinagre de sidra y aceite orgánico ($80) que resultó un simple jitomate con cebolla que ni siquiera estaba en su punto y además por poco y le dejan hasta el pedúnculo, lo que  nos bajó toda expectativa.
Algo tan sencillo, y que a la vez hubiera podido ser tan sabroso, es una auténtica prueba de fuego de cualquier cocina, porque sólo implica la elección de materia prima. En la parte inferior de la carta aparece un leyenda que doce: “en este establecimiento se sirven productos de alta calidad...” No fue el caso del tomate.
Como teníamos que seguir, de segunda entrada se nos antojó una menestra de verduras ($180) que resultó ser una porción enorme de un preparado poco homogéneo en sabores, con predominio del ajo, llegando a ser desagradable y con puntos de cocción desatinados en las diferentes verduras. Tampoco la presentación era buena. Decidimos no comerlo.
Dándole una oportunidad más a las entradas, ordenamos unas Tostas de foie ($170), que eran tostaditas de pan con un tipo mousse de foie con una mermelada. La presentación era más bien casera. Gerardo quiso maridar este plato con un vino blanco dulce, como es la tradición, pero para su sorpresa no había por copeo y tuvo que pedir un Edetaria Dolc ($190) que no resultó ser una buena compañía para el platillo.
Como la noche refrescó muy rápido y ya sufrimos mucho con el tomate y las demás entradas como para, además, padecer las inclemencias del tiempo, preferimos comer el plato fuerte en el salón que todavía estaba vacío y del que posteriormente se ocupó una mesa.

Sonia se inclinó por el Confit de pato con peras asadas ($230), servido sobre cous cous con peras asadas y  escasísima salsa de la misma fruta. El resultado fue un plato seco, pues no sólo la carne no era muy jugosa, sino que el cous cous se caracteriza por absorber muy rápidamente la salsa. Una experiencia sensorial plana en texturas, pero aburrida en sabores.
Gerardo se ilusionó con una sugerencia de la carta que era Bacalao frito en salsa de tomate ($320). ¡Oh, decepción! El pez estaba ligeramente salado aunque la cocción era correcta. La salsa era insípida, muy pero muy lejos de la complejidad  e intensidad de sabores de un bacalao a la vizcaína. Más bien era un pescado con puré de tomate sobre una cama de papas.
Lo mejor de la noche fue el vino, que gracias a Dios nos vino a rescatar de la planicie en la que estábamos. Un  chileno de nombre Cayao ($1355) de la bodega Viña Boltalcura, coupage de Cabernet Sauvignon, Carmenere, Malbec y Syrah. Se percibían frutos rojos, barrica americana y una frescura que aportaba aromas a cardamomo y menta. Redondo y persistente. Al final fue mucho vino para tan mala comida.
El otro acierto de esa aciaga experiencia para el paladar fue el servicio, que hubiera sido el colmo que hubiera sido malo, siendo como éramos la única mesa, lo que sí les faltó fue explicar más los platos, pero en general eran meseros capacitados, amables y constantes.
Para finalizar, Gerardo pidió unos higos caramelizados con queso manchego y reducción de vinagre Fórum ($90), que fue el único plato que más o menos le gustó desde la presentación hasta el sabor.
Sonia se fue por una trufa de chocolate con avellana ($85) que era una pieza individual tiesa y sin gran sabor. Lo que sí estaba bueno era el helado de frambuesa, pero aun así no se salvaba el plato ni en concepto ni en nada.
La decoración era una extraña mezcla entre minimalismo y rococó post moderno, con aspectos que tendían al exceso en puntos focalizados y con adornos que llegaban a ser grotescos.
Cuando salimos a cenar buscamos una experiencia plena y llegamos a cada lugar con la esperanza de que nos sorprenda. En este caso la experiencia no fue plena, sino plana.

Dirección: Av. Mario Pani 202, Col. Santa Fe
Tel. 5292-6117
Horarios: Dom. a Mar. de 13:00 a 18:00 hrs
Mie. a Sáb. de 13:00 a 11:00 hrs


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