
La estatua de la Diana Cazadora es el emblema del restaurante del mismo nombre en el Hotel St Regis, en Paseo de la Reforma junto a la glorieta de la susodicha escultura de la diosa desnuda. Y precisamente, conocer a alguien al desnudo es entrar al terreno de la realidad íntima de la persona o cosa que se conoce. En México tenemos una frase que ejemplifica esto muy bien y que dice “a calzón quitado”. Y eso es precisamente el tipo de crítica que buscamos hacer en este blog.
Así que a calzón quitado decimos sin mordernos la lengua que el restaurante Diana no nos gustó.
Lo primero que nos decepcionó es que no se veía la Diana, a no ser que se colgara uno de la terraza a riesgo de caer en picada sobre la acera. Luego, entre tanto oropel, la tela de los sillones del gabinete estaba cochina.
De los alimentos y bebidas vayamos paso por paso. Para empezar no tenían carta de bebidas y el mesero recomendaba de viva voz los tragos. A Sonia le recomendó un cocktail llamado Alas de Ángel, que era un Martini que más bien parecía como de ángel recién expulsado del Paraíso, con un concentrado de fresa salido de la fábrica del mismísimo Lucifer. Gerardo, muy finolis, pidió para que Sonia no se burlara, un Fino la Ina, pero como no tenían le propusieron un Tio Pepe, con lo que acabó en la otra opción que no es el eterno whisky en las rocas.La carta en conjunto era una mezcla de platillos, españoles, ingleses, franceses (mediterráneos) y toques muy raros de productos mexicanos que fascinan a todos los chefs extranjeros, pero que al final para el público mexicano no son nada novedosos. Como el atún sellado con pico de gallo, o una mezcla de hongos con hoja santa que a nuestro parecer el chef decidió añadir usando el método Vilchis (al vil chilazo).
Y de Starter se nos ocurrió probar la ensalada Nicoise ($165) que no tenía ni la “n” de Nicoise, pues estaba hecha con árugula y berro, papas medio fritas (chiclosas) y un atún más que sellado, duro y soso.Para maridar todo dudamos entre un Beaujolais Villages, La Tour Goyon, 2007 ($730) que el capitán nos ensalzaba como una elección segura, porque no conocía el Tabla No 1, Aguascalientes 2007, ($1,340), de una bodega nueva de Baja California, que es el que nos había llamado la atención y que el insistía en decir que era un monovarietal Merlot, cuando en realidad era un Malbec con fuerte aroma a mermelada de Frutos rojos y textura aterciopelada.
Nos quedamos con la impresión de que los precios desorbitados obedecen en gran medida a que la mayor parte de sus clientes son altos funcionarios corporativos a los que sus empresas les pagan los gastos y así no nos sorprende que Citibank y General Motors, que durante décadas fueran los gigantes de su ramo, estén ahora en situación de quiebra.
Y una compapación para que se den una idea, El Icaro estaba a $2,455, cuando en el Oca lo pagamos a $980 o el LA Cetto nebbiolo que estaba a $690 y en el Sud 777 costaba $340.
El servicio era bueno, el capitán en particular fue muy amable y estuvo muy atento de nuestras peticiones.
La música también era como para mencionarla, jazz clásico que derretía un poco el témpano que visitábamos esa noche.
Lo que creemos que valió más la pena de toda la noche fueron las elecciones de vino, que superaron por mucho a los alimentos.
Tras nuestra visita al Diana nombraron a Enrique Farjet gerente de Alimentos y Bebidas del St Regis y supimos que entre las acciones que piensa emprender está modificar la carta del Diana. Una sabia decisión.
Como comentario, la vista que sí vale la pena es la de la terraza del bar Nat King Cole, desde donde se ve a la Diana Cazadora desnuda, sin los calzones de bronce que le mandó poner la Liga de la Decencia en la época de Ávila Camacho.

No saben como he disfrutado esta reseña, he reido a carcajadas...
ResponderEliminarSonia, me da gusto ver tu esencia plasmada en este proyecto, se deja sentir, te felicito... Un abrazo demasiado fuerte!
Julito Velasquez Elias