domingo, 18 de septiembre de 2011

Es Montés y no es gato


Lo mejor del Restaurante Montés es su ubicación, frente a la glorieta de Cibeles, réplica de la de Madrid, en la colonia Roma. Ahí, la terraza es el lugar más agradable, pues si el clima lo permite se siente uno como en Europa, sentado junto a la acera para ver y ser visto.
Sólo que cuando hicimos la reservación, nadie se tomó la molestia de advertirnos sobre las bondades de la terraza y pedimos la mesa en el salón, que no es feo, con un extraño estilo casero, biblioteca (con magníficos libros y colecciones que se vendían en los años 70) y piezas de caza incluidos. Pero tenía un gran inconveniente: olía a insecticida para polillas.
Como ya era tarde y moríamos de hambre, pedimos Eva un Cosmo y Gerardo un vino espumoso al tiempo que ordenábamos al centro dos platos de tacos.
Unos eran los Tacos del aire ($145) anunciados en la carta como de codorniz, pichón, pato o pousain (sic –suponemos que se quisieron referir al pollito o poussin), según la temporada, y servidos con cebolla caramelizada, tortillas de harina y salsa de chile habanero. Los nuestros eran de codorniz y pichón. Estaban servidos sobre una plancha de hierro caliente y su presentación era bastante austera. La carne  tenía un buen sabor en ambos casos, pero el problema es que con el calor de la plancha terminó sobrecociéndose. Pequeño gran detalle. La cebolla era buena y contrastaba bien con el sabor de las aves.
Los otros eran Tacos del campo ($168) que también dependiendo de la temporada podían ser de jabalí, venado, conejo o ribeye. A nosotros nos tocó de ribeye con ribeye. Suponemos que siempre es temporada de res. Éstos venían con tortillas de maíz, salsa verde y cebolla curtida. La carne estaba sobrecocida y dura, y con el calor de la plancha terminó aún peor. Además, fue cocinada con exceso de aceite de no muy buena calidad, lo que le otorgaba un gusto desagradable. Las tortillas eran buenas.
Para maridar una comida un tanto heterodoxa pedimos un vino Malma Malbec 2007 Reserva de Familia, de la Patagonia, Argentina ($830). Un vino muy frutal, con buen cuerpo y tanino intenso.
Eva continuó con una ensalada de arúgula salvaje ($95). Venía con nueces garapiñadas, queso Valençay y aderezada con vinagreta de balsámico de Módena. Una buena combinación, el queso tenía excelente sabor y la ensalada en general estaba muy bien balanceada. El mejor plato de la tarde.
Gerardo pidió una pechuga de pollo orgánico ($178), con coles de Bruselas cocidas, así como hongos y setas salteados. El pollo esta razonablemente bien, con buena textura y combinaba perfecto con las coles, que fue lo que más le gustó, y las setas.
Como plato fuerte Eva ordenó la Lubina a la plancha ($200), servida en filete con puré y salsa de alcachofa, suprema de naranja y polvo de piel de naranja. El pescado estaba bien cocinado, pero un tanto insípido, y la salsa y el puré y el polvo de naranja eran totalmente planos. Las supremas de naranja adornaban el plato de un modo demasiado simple. Y unos tímidos corazones de alcachofa coronaban este triste plato que había sido descrito como la gran maravilla y no llegaba ni siquiera a ser un plato decente.
A la hora de los postres no habia carta y nos ofrecieron una limitada cantidad de opciones nada espectaculares que la verdad no se nos antojaban mucho, pero hicimos un esfuerzo.
Eva eligió de postre la Bomba de chocolate ($70), cuyo único encanto era el ser un pastelillo caliente de chocolate con el centro líquido. Pero llego frío y con el centro sólido, así es que se lo hizo ver al mesero, quien con un enorme descaro sólo metió el mismo postre al microondas unos segundos y lo volvió a presentar. Si de por sí el aspecto era feo y el sabor malo, esto fue el tiro de gracia.
Gerardo cerró con un Struddel de manzana ($70) que fue decepcionante. Pastoso y sin encanto. Para arriesgar la salud, mejor con algo que valga la pena, así que lo probó y lo dejó.
Ya no tomamos vino de postre, porque la verdad no valía la pena el maridaje. Gerardo se tomó un café express y pedimos la cuenta.
El mejor detalle fue la amabilidad del chef Santiago Migoya, quien salió a saludar a los comensales y entre ellos a nosotros.
Si acaso regresamos un día será para tomar algo en la terraza y más para ver que para comer.

Dirección: Plaza Villa de Madrid 17, entre Durango y Oaxaca, Col. Roma Sur, Ciudad de México
Tel.: 5207 2395
Horarios: Mar. y mié. de 13:30 a 23 hrs.
Jue. a sáb. de 13:30 a 0 hrs.
Dom. de 11 a 17 hrs

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