Ubicado en Periférico Sur,
una de las avenidas mas frías de la Ciudad de México, el restaurante Le Thym,
del chef Christophe Letemple, ofrece cocina francesa.
Ya adentro nos topamos con
un lugar agradable y acogedor. Tenía una terraza amplia y bonita, pero ese día
había estado lloviendo y no se antojaba cenar ahí.
Nos recibieron con un
martini y un whisky con soda. El martini era demasiado dulce, y sin esa gracia
que caracteriza a este trago corto.
La carta lucía interesante,
y decidimos compartir dos entradas y una ensalada.
La primera entrada que llegó
fue el Carpaccio marine Saint Jacques ($185), que era de callo de hacha
marinado en aceite de oliva con hojuelas de jengibre. La presentación era
sencilla, pero agradable, el corte del molusco resultaba muy grueso para lo acostumbrado
en este tipo de preparaciones y estaba bien aderezado. El único detalle fue que
no ofrecieron servirlo y tuvimos que hacerlo nosotros mismos. Éste fue el mejor
plato de la noche.
Después llego el Escalpe de
foie gras sauntée pomme caramelisse ($240.00). Se trataba de un foie gras a
plancha con manzanas caramelizadas. Estas últimas fueron lo más agradable del
plato. El sabor del foie gras era demasiado amargo y muy penetrante, incluso
nos quedó la duda de si estaba o no en buen estado. El pan que lo acompañaba
resultaba grasoso. El resultado era un platillo que sobresaturaba los sentidos
y que estaba muy lejos de ser refinado. Lo acompañamos con una copa de
Sauternes.
La ensalada era de corazones
de alcachofa ($88), y tenía un crujiente de queso parmesano. El sabor estaba
bien, pero no sorprendía, y el aliño estaba un poco pasado de vinagre.
Para maridar los platillos
principales escogimos un Château Lafitte, Grand Vin de Bordeaux, 2008 ($1000). A la vista era un vino limpio y brillante, presentaba un color rojo cereza con bordes del mismo color, una capa y una densidad media. En nariz presentaba una intensidad aromática media, frutos rojos maduros, algunas notas ahumadas como el tabaco, un poco de chocolate y un ligero toque balsámico. En boca, un ataque medio, buena acidez, taninos amables y retrogusto que coincidía con la nariz.
Como platos fuertes
decidimos ordenar: Gerardo un Filet de boeuf Wellington ($325), que pidió
termino medio y se lo llevaron bien cocido. La pasta hojaldre estaba
evidentemente cruda. Y para coronar todo, la salsa estaba mala, pero
literalmente, era tan agria y amarga que daba la impresión de estar ya en estado
de descomposición.
Las verduras que acompañaban estaban sobrecocidas y
apagadas. Un pésimo plato de principio a fin. Lástima, porque la primera
impresión, a la vista, era buena.
Eva se decidió por el
Choucroute garni ($280.00) con chamorro de cerdo. El sabor de la col era
correcto, pero la carne era demasiado grasosa. Más bien parecía patitas de
cerdo, muy cartilaginosas, pero el sabor era aceptable. El único problema era
que aparecieron dos pelitos de cerdo que brotaban naturalmente de un trozo de
piel que venia en el chamorro.
Después, como aún nos
quedaba vino, decidimos pedir una orden de quesos de la casa ($125) que contenía las
variedades Raclette, Gruyere y Camembert. Nada excepcional ninguno de ellos
pero aceptables.
Ya para el postre, Eva
eligió unas Crepes Belle-Hélène ($73) que estaban rellenas de pera, y venían
acompañadas de una bola de helado de vainilla. Estaban ricas y Eva se las
estaba casi terminando cuando de repente apareció un cabello dentro de la crepa
y ya no pudo acabarlas.
Gerardo prefirió un helado
de plátano ($45) que terminó por dejar porque era muy dulce y nada sensual ni especialmente sabroso.
Pretendíamos maridarlos con
una copa de vino de postre, pero ya no había de ninguna variedad, entonces nos
conformamos con un licor del 43, Eva, y un Strega, Gerardo.
El servicio fue intermitente
e impersonal, nada encantador. El chef rondaba nervioso por el salón e incluso
se llegó a fumar un cigarrillo del que tuvimos que respirar el humo en la
sección de no fumar.
De repente cuando
terminábamos nuestros tragos se apagó la luz de todo el local, por lo que
pensamos que era una manera poco cortés de pedirnos que nos retiráramos, pero
después nos explicaron que se había ido la luz en toda la cuadra y que no era
cuestión del restaurante. Así pues, salimos en tinieblas, tras una cena que la
verdad nos dejó bastante decepcionados. Lástima porque la terraza era muy
agradable.
Los viernes ameniza la
velada un cantante francés. Tal vez ese día se esmeren un poco más en la cocina
y en el salón.
Dirección: Periférico Sur
2782, Col. Pedregal
Tel. 5652 6347 y 4623 2787
Correo electrónico: reservaciones@lethym.com
Horarios: Dom. de 9:00 a
18:00 hrs.
Mar a Sáb. de 8:00 a 23:00
hrs.