domingo, 22 de mayo de 2011

Celeste… mejor por la tarde

En la colonia Anzures abrió hace poco más de un mes el Celeste Champagne Tea Room, un salón de té con marcado acento británico, con muchas piezas de caza disecadas en las paredes a manera de decoración.
Como su nombre lo dice, la especialidad son el té y  el champagne que se sirven, como dicta la etiqueta, por la tarde, solos o acompañados de scones (panecillos típicos del Reino Unido), sandwiches (de pepino, huevo, salmón, etc.), lo que en la carta se describe como "alta repostería" o, si se prefiere, el Dim Sum (dumplings).
Adicionalmente ofrece servicio de comida y cena con una carta que presenta unas cuantas entradas, ensaladas, sopas, platos fuertes y postres. No es muy amplia, pero la oferta es interesante. Nosotros decidimos ir a cenar, pero ya estando ahí nos dimos cuenta de que lo ideal hubiera sido acudir por la tarde a tomar té con sandwiches, scones y champagne. La oferta de ésta última bebida es muy extensa y se sirve en cubetas de plata, como también de plata es el servicio de té. Este último consiste en una selección de Caravanserai, que según nos presumió Vanesa Fernández, una de las socias, son el único lugar que lo ofrece en México.
Como no podíamos retroceder en el tiempo, pedimos la cena, pero antes nos tomamos sendas copas de Moët & Chandon Grand Vintage 2002 de una botella recién descorchada que al final decidimos consumirla entera ($1,530). 
Se trata de  un champagne complejo, con carácter, personalidad y mucha elegancia. Fue posible gracias a una muy buena añada, con condiciones climáticas óptimas, lo que se complementó con un largo proceso de envejecimiento. La burbuja era muy fina, constante y extraordinariamente integrada. De color amarillo dorado, potencia aromática elevada, compleja y con una textura exquisita en boca. Fue una excelente decisión.
Eva comenzó con una Ensalada de alcachofas con queso pecorino ($160). Estaba bien presentada y aliñada, los elementos que la conformaban eran correctos. Todo iba bien hasta que de repente una fibra se apareció en el platillo. El mesero refirió que era “el tallo de un espárrago francés y que esa era la textura adecuada”. Pero la verdad es que era el tallo de la alcachofa simplemente hervido y además de tener una textura horrible y no estar sazonado, no aportaba nada al plato.
Gerardo prefirió las Verduras asadas con aderezo de jerez ($115) que consistían en berenjenas, alcachofas, espárragos, champiñones, jitomate y cebolla. La cocción era correcta, lo que les daba una textura adecuada, casi al dente. El sabor de las verduras era bueno y el del aderezo no era malo. Algo que le gustó es que venían discretamente aliñadas, con aderezo aparte para quien deseara ponerle más, que no fue su caso.
De plato fuerte Eva ordenó el Mignon de venado con reducción de echalote y mousseline de colinabo ($620). La verdad es que la calidad de la carne era muy buena, estaba fresca y se ordenó sólo sellada y aún así resultaba muy suave. El problema fue que no estaba bien sazonada. La salsa también resultaba un poco plana para dicha carne. En cambio, los echalotes estaban muy bien confitados y la mousseline resultó muy sabrosa. Lástima de la sazón de la carne.
Gerardo se decidió por el más modesto, pero no menos complicado, Lechón confitado con papa cambray asada ($190). Estaba demasiado seco y no lo jugoso y tierno que uno espera de una carne elaborada con dicha técnica de cocción. Tal vez se les pasó la temperatura, pues además la grasa sabía muy fuerte y predominaba junto con el gusto de las especies. Las papas estaban bastante bien.
Para finalizar, Eva ordenó una Terrina de tres chocolates ($64), que, digamos cumplió como final dulce.
Tras no encontrar en la carta nada que conviniera a su intolerancia a la lactosa, Gerardo preguntó al mesero si había algún postre que pudiera comer. Éste le recomendó el Margarita pay ($47) que, según dijo, “no llevaba lácteos”, pues era un mousse elaborado a partir del famoso coctail y con una galleta abajo que “sólo tenía mantequilla, pero no lácteo”. Con todo, decidió pedirlo, pues no tenían frutas, y no comerse la galleta con mantequilla que en el imaginario del camarero estaba deslactosada. Al final sólo comió la mitad de la parte de arriba.
Había otros dos productos en los que la oferta era amplia: el whisky y el té.
A Eva le pareció magnifico, puesto que es una aficionada al whisky y decidió probar un Tennessee whiskey: Gentleman Jack ($130) el cual es un single whiskey que está hecho de una única barrica y cuya particularidad es que lo filtran dos veces a través de carbón de maple (charcoal-mellowing process), antes y después del proceso de añejamiento, otorgándole excepcional suavidad y sabor. Es un whiskey de cuerpo medio, de color ámbar con múltiples aromas de frutas y especies. En boca resulta elegante con un final largo muy agradable. 
Eva decidió tomar después una copa de Glenfiddich Excellence ($210) que es un single malt añejado por 18 años y con 43% de alcohol, el cual se integra perfectamente dentro del whisky por su gran complejidad y estructura. Muy agradable.
Por último, Gerardo quiso probar el té y pidió un Geisha mix ($52), que era una mezcla de té blanco con cítricos muy sabrosa.
El concepto es interesante, esperemos que se vaya perfeccionando poco a poco. Finalmente nos sedujo la idea del servicio de té y champagne de media tarde. Razón por la que prometemos volver.


Dirección: Darwin equina con Kepler, Colonia Anzures, México, D.F.
Teléfono: 2614.6031 / 2614.0941
Página web: http://celeste.com.mx/es/celeste-champagne-tea-room-2/
Horarios: Lun. a Sáb. de 12:00 a 03:00 horas. Dom. de 12:00 a 0:00 horas.
 


miércoles, 11 de mayo de 2011

Miralto, hermosa vista

En la semana de Pascua fuimos a comer al restaurante Miralto, en el piso 41 de la Torre Latinoamericana, aprovechando que en esas fechas el tráfico suele ser menos intenso. Lo más destacable fue, sin duda, la vista desde este lugar emblemático que ofrece un panorama magnífico hacia los cuatro puntos cardinales.
Habíamos quedado de comer con Gerardo Correa, un entrañable amigo que además está haciendo la página de Internet que pronto estrenará El Pecado.
Cuando llegamos, el tocayo del pecador se estaba tomando una cerveza Victoria Michelada ($40). Lo acompañamos Eva con un Martini de coco con Gray Goose ($160) que tenía muy buena apariencia, pero que resultó imbebible por exceso de dulce y Gerardo se fue a lo seguro con una copa de Tío Pepe ($70).
Mientras veíamos la carta ordenamos al centro un plato de jamón serrano ($165) que venía presentado de forma tal que simulaba una rosa. Por desgracia, el sabor no era tan bueno como el aspecto.
También nos llevaron como cortesía de la casa unas rebanaditas de pan tostado con arroz integral y aceite balsámico.
La carta era bastante sencilla, pero con una oferta adecuada. Lo que redujo las posibilidades fue el hecho de que una buena cantidad de los platos no estaban disponibles. Así nos pasó desde las entradas, tuvimos que conformarnos con el Jamón Serrano, pues el Jabugo se había terminado.
Lo mismo pasó con el Ceviche, por lo que Eva pidió Ensalada César ($85) como primer tiempo, la cual se ofrecía para ser preparada a la vista del cliente y lo único que prepararon fueron los cubiertos para degustarla. En sabor estaba correcta, sólo que tenía un exceso de aderezo, lo que hizo que la lechuga perdiera su textura crujiente.
Gerardo prefirió la Ensalada Miralto ($79) que llevaba una mezcla de lechugas, jamón serrano (más), nuez caramelizada, supremas de naranja, jitomate cherry y queso feta, con vinagreta de albahaca y miel. Pidió que no le pusieran el queso, pero… ¡adivinaron! Se lo tuvo que quitar él. Por lo demás, la ensalada estaba bastante aceptable y muy fresca, lo que se agradecía en un día caluroso y más en un lugar en el que pega el sol todo el día y el aire acondicionado no estaba literalmente a la altura.
Al tocayo se le antojó la Sopa de jitomate rostizado ($69), que tenía un toque de jengibre y albahaca y lucía un agradable color oscuro. Estaba rica y no dejó ni gota.
Con los vinos fue todo un show, pues no tenían los dos primeros que solicitamos y luego nos trajeron un Estola reserva 2004, de La Mancha, que estaba mal conservado y había perdido muchas de sus propiedades. 
El capitán lo probó y reconoció la falta, así que lo cambiamos por un Onix Clásico de la región de Priorato ($405). Vino de color rojo cereza de intensidad media con reflejos violetas. En nariz el alcohol esta presente, se perciben aromas a ciruela, grosella y zarzamora, no muy maduras, un aroma herbáceo detrás de las frutas y en el fondo una nota animal muy agradable. En boca tiene buen ataque, con una acidez media y una tanicidad media-alta. El alcohol también esta presente. Cuerpo medio. Se confirman los frutos rojos y la nota animal. Combinó bien con la tarde y con los platillos principales.
Una vez más Eva tuvo que modificar su pedido, pues no había la Costilla de Cordero que estaba anunciada en la carta y tampoco estaba disponible el Rock Cornish, que era su segunda opción. Así que se tuvo que conformar con la Pechuga de Pato ($175) marinada en 11 especies y cocinada a la plancha. Con una salsa de naranja al anís y cardamomo y acompañada de puré de camote. El principal problema con este plato fue el término, ya que Eva lo pidió medio y se lo llevaron bien cocido. 
Eso fue la primera vez, la segunda, se lo trajeron sólo sellado y completamente rojo, por lo que tuvo que regresarlo de nuevo para que lo pusieran a la plancha y así por fin la tercera vez estuvo bien (después de 40 minutos). El puré sabía bien pero no estaba bien trabajado, ya que tenía muchas fibras. Y la salsa era muy buena, los sabores estaban muy bien integrados.
Gerardo tuvo más suerte porque sí tenían el Rib-Eye de 250 gramos ($205) que ordenó con salsa de tres pimientas, guarnición de papas cambray y ratatouille. Las papas se las trajeron en aceite de oliva, en lugar de mantequilla, como las pidió y, ¡dios bendito!, la ratatouille era una de las mejores que ha probado en su vida. Ella sola, junto con la vista, le salvó la tarde.
Gerardo Correa no se complicó la vida y escogió la Hamburguesa Mediterránea ($119) que se componía de 160 gramos de carne importada gratinada con queso manchego y que traía el jitomate de rigor, mezcla de lechugas y papas en gajo.Desgraciadamente no se pudo quedar a los postres, pues tenía que regresar a una junta en su oficina.
Para finalizar Eva pidió una Tarta de manzana ($64) que creemos llevaba mucho tiempo en el refrigerador, puesto que las texturas tanto de la masa como de la manzana, no eran las óptimas. De sabor estaba aceptable, pero en conjunto le faltaba gracia, por lo que decidió no terminarlo. Como digestivo eligió un Oporto Ferreira ($65).
Y a Gerardo le prepararon una copa con fresas naturales ($45) que estaban muy sabrosas, en su punto y venían acompañadas de chocolate fundido en un pocillo, por si quería combinarlas.
Si la comida no es motivo suficiente para subir hasta el piso 41 de la Latinoamericana, sí lo es la vista que impera en todos los espacios, incluidos los baños. La buena noticia es que además del restaurante hay un lounge que resulta de lo más agradable y desde ahí se puede disfrutar del espectáculo de la ciudad sin tener que comer y acompañado de un buen trago para relajarse.

Para ver una fotogalería de las vistas desde el Miralto haga clic aquí.


Dirección: Madero 1, piso 41, Centro Histórico
Teléfono: 5518 1710
Horarios: Lunes de 13:30 a 18:00 horas. Martes a sábados de 13:30 a 2:00 horas. Domingos de 13:30 a 21:00 horas.
Cubierto: $16 por persona
Una hora gratis en el estacionamiento del Bellas Artes con el consumo.

martes, 3 de mayo de 2011

Country, entre el rancho grande y el lujo sureño


Muuu, oinc, quiquiriquí... Estos son los sonidos que dan la bienvenida en la recepción del restaurante Country, en Bosques de las Lomas. Para llegar hasta ahí tendrá que pasar por un corredor que simula un túnel tapizado, en paredes y techo, por una falsa vegetación.
Si no reservó con un día o dos de anticipación, difícilmente pasará de la mesa de la hostess con unas lechuzas disecadas a un lado. En cambio, si fue precavido, podrá ingresar al magnífico salón, decorado al estilo sureño estadounidense.
Toda la decoración se siente que fue cuidada hasta el último detalle y el conjunto es perfectamente coherente. Es como si fuera Disney World. Perfecto, pero artificial.
Una de las razones por la que Eva tenía muchas ganas de ir al Country es porque le habían recomendado sus martinis y tragos, tanto por su variedad como por su calidad. Sin embargo, nadie nos ofreció la carta de bebidas y el mesero se limitó a sugerir un par de martinis. Luego nos enteramos de que sí había una carta y muy extensa, pero ya era demasiado tarde, pues Eva ya había pedido su Martini de kiwi ($150) a sugerencia del mesero que, para lo que le prometieron, se quedó corto. Además de que hubo una peculiar discusión frente a nosotros respecto a si había o no dicha fruta. Gerardo pidió una copa de proseco ($110), cumplidor a secas.
Mientras bebíamos, observábamos el mimo de cada detalle. Eva regocijada por los puerquitos y otros animales de granja en miniatura, y Gerardo horrorizado porque los libros que aparecían por todos lados sobre las estanterías estaban colocados al revés, es decir, por el corte delantero donde sólo se ven las páginas y se oculta el lomo, que es donde se lee el título. ¡El libro como ornato de relleno, sin pudor alguno!
Para no hacer corajes decidimos pedir las entradas que compartimos.
Elegimos unas Almejas chocolatas ($145) muy frescas y bien aliñadas y también unas Tenazas de cangrejo moro ($240) cuya coraza no estaba quebrada de la manera adecuada y por lo mismo costaba muchísimo trabajo acceder a la pulpa, pese a las pinzas especiales que acompañaban para tal efecto. Hemos comido este  mismo plato en otros sitios y en ninguno de ellos tuvimos ese problema.
La mejor entrada fue el Carpaccio de alcachofa ($180) que venía acompañada con portobello y láminas de queso parmesano. La alcachofa estaba bien cocinada y el portobello combinaba perfecto. El queso era de una calidad aceptable y todo creaba un conjunto muy agradable.
Para maridar los platos principales pedimos un vino tinto Mas Plana 2006 Gran Reserva ($1,230). Si bien ésta no fue la mejor añada que hemos probado, sigue siendo una excelente expresión de Cabernet Sauvignon. Con un color cereza oscuro, predominaban aromas de arándano y cereza confitados; se percibía la barrica bien trabajada y un interesante aroma a trufa. En boca resultaba carnoso con taninos finos y con un final prolongado.
De fuerte, Eva pidió un Dry Rib-Eye de 400 gramos ($450), que era una carne añejada "por medio de la congelación" y que prometía ganar en sabor, suavidad y textura. Pero no resultó tan maravilloso, simplemente estaba bueno. Venía acompañado de una salsa Bearnaise y por una papa al horno que estaba seca y sobrecocida.
Gerardo eligió el Seabass Country ($295), un pescado a la parilla que tenía buena cocción y agradable textura, pero con una presentación de lo más plana y sin chiste, cubierto de arúgula. Estaba acompañado de chícharos chinos y ejotes bañados en una salsa de tomate (verde, se entiende) de buen sabor. Pese a que el plato era correcto no superaba a otros pescados probados en restaurantes de comida estadounidense menos caros.
A Gerardo se le antojó la papa al horno ($40) que le sirvieron a Eva de guarnición y pidió una igual, pero sin crema, que también estaba demasiado cocida y seca.
Los postres resultaron más dignos de rancho grande que de restaurante de lujo, con porciones vastísimas y poco refinadas. Así, a Eva le tocó una rebanada gigante de Banana Cake ($85), que venía acompañado de un helado de vainilla. No le gustó.
Y a Gerardo una porción no menos grande de Apple Cinnamon Pie ($85) que prácticamente no se comió, pues era engordar mucho por poco placer a cambio.
De consolación pedimos una botella de vino de postre: Pillitteri Late Harvest Vidal 2006 ($540), de Canadá. Con un color dorado brillante y aromas a durazno, flores blancas y miel. En boca con una acidez muy balanceada, un nivel de azúcar óptimo, un cuerpo untuoso y un final persistente. Funcionó perfecto.
No nos llevaron petit fours ni cortesía alguna y tampoco nos sugirieron un digestivo.
En resumen, fue una cena cara, aceptable, en un entorno agradable pero muy lejos de ser memorable, de no ser por el salón que era realmente bonito.

Dirección: Paseo de los Laureles 458, Bosques de las Lomas, México DF.
Teléfono: 1327 0280
www.countrybistro.mx
Horarios: Lun. a Sáb. de 08:00 a 02:00 horas.
Cubierto: $25 por persona.
NOTA: Todas las fotografías fueron tomadas con un IPhone.