La semana pasada quisimos salir a cenar a Las Lomas pero no pudimos llegar porque cerraron Reforma gracias a los preparativos del cacareado Bicentenario. Como estuvimos una hora varados en la colonia Roma, decidimos mejor recalar en la Condesa y escogimos el restaurante Kaczka.
Ahí decidimos sentarnos en la parte de arriba, que es una semiterraza y en donde nuestras vecinas de mesa fueron Beatriz Paredes y Josefina Vázquez Mota que estaban en un conciliábulo gastronómico en el que predominaban los cuchicheos.
Grillas aparte, Kaczka quiere decir “pato” en polaco y esa es la especialidad del lugar: el palmípedo en diferentes preparaciones, 14 para ser exactos.
Mientras esperábamos a Gaby y Enrique (hacer clic para saber quiénes son) que seguían atrapados en la maraña del tráfico, nos ofrecieron de beber la clásica y trillada oferta de martinis y margaritas. Sonia pidió un Cosmopolitan ($125) que le pareció sabroso y Gerardo pidió un vodka Zubrowka ($98), que se sirve helado y en un caballito a rebosar, de un sabor dulce gracias a que lleva una ramita de eneldo. Por lo menos hay que reconocer que tenían carta de tragos.
Cuando ya estábamos los cuatro nos llevaron de cortesía, y para abrir apetito, una crepa de papa con crema de arenque, que no era mala, pero sí muy distinta del paladar mexicano. En otros tiempos, en este mismo restaurante a uno también le regalaban un trago de Zubrwka, pero se ve que tras la crisis la cosa ya no da para tanto.
De entrada pedimos, para compartir, unos tacos de pato ($194), que era la carne del ave desmenuzada y salteada con una salsa dulce. Se acompañaba con tortilla de harina, cilantro y un trío de salsas compuesto por salsa verde, pico de gallo y aceite de chile de árbol. Estaban de muy buen sabor y con una textura muy interesante con lo suave de la tortilla, una parte crujiente del pato y la salsa que complementaba perfectamente el conjunto.
La otra entrada era un carpaccio del mar ($185) en el que se incluían tres tipos de pescados: atún, salmón y uno blanco. Estaba muy bien aderezado y el producto era fresco.
Ya para el plato fuerte, Sonia siguió con un tradicional gulasz ($198) pero decidió pedirlo con pato, ya que es la especialidad de la casa y resultó que no era la mejor opción pues la textura, debido a la cocción del ave, era dura y carecía de sabor. Lo que sí estaba delicioso era la ensalada de betabel, junto con el puré de papa que guarnecían al plato.
Gaby, siguiendo con la especialidad, ordenó una Fiesta del pato ($280), magret con salsa de oporto, que fallaba en la cocción, además de que la salsa podía haber sido mejor.
Gerardo se salió del camino de las aves migratorias y optó por lo marítimo, pidiendo un pescado con almendras ($228) que era un filete de dorado cubierto de almendras tostadas que tenía buen sabor pero estaba un poco seco. Lo que lo salvaba era la calidad del pez y las almendras tostadas y crujientes. ¡Deliciosas!
Enrique, igual que su esposa, pidió un magret, éste llamado La ruta del pato ($280) servido con salsa de higos. La presentación de las dos pechugas era como para una fotografía brillante, perfecta y ordenada. Pero al gusto se percibía un intenso sabor a huevo que podía provenir de una cocción imperfecta o del uso de clara para barnizar el producto o de las dos.
Para maridar, Sonia sugirió experimentar con un vino australiano, Boschendal ($545), un coupage de Shiraz y Cabernet Sauvignon con color rojo y destellos violeta, así como aromas a frutos rojos, y carácter especiado. Redondo. Los vinos en general estaban a precios muy razonables.
Las presentaciones de los platillos en general eran sencillas pero bien hechas, la vajilla era blanca, simple, con el nombre del restaurante grabado.
Para terminar pedimos un postre con la intención de compartirlo entre los cuatro, pero sólo lo probamos Sonia y Gerardo: una crepa Nalesnik ($75), rellena de queso crema y cubierta con salsa de blueberry.
La carta como debe ser, por su carácter de especialidad polaca, se centraba en el pato incluyendo 14 preparaciones con dicho insumo. Además de incluir platillos de la misma región del este de Europa como el gulasz húngaro y otros platos con betabel y varios pescados.
De lo mejor de la noche fue el servicio, siempre muy atento y conocedor de los productos que ofrecen. Tuvieron una paciencia infinita para esperar a que saliéramos pues, una vez más, fuimos los últimos. Otro aspecto positivo era la decoración del lugar, especialmente el piso superior, que es parcialmente abierto e ideal para una noche cálida como la que asombrosamente nos tocó en este lluvioso mes de septiembre.
Durante la cena Gaby nos platicó un problema que tuvo con una vecina que es magistrada y al parecer bastante prepotente. Resulta que la señora tiene varios gatos machos que no están castrados y los deja sueltos por ahí. Los animalitos, siguiendo sus instintos, se van a orinar a las puertas de los vecinos, saltan a los coches y los rallan, etc.
Todos los que compartimos esa cena amamos a los animales y tenemos mascotas, ya sea perros y gatos, pero nos preocupamos por ponerles ciertas limitaciones para que no vayan a importunar a los vecinos. Ya lo decía el gran chaparrito oaxaqueño, Don Benito Juárez, “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Y aunque la frase la hemos escuchado millones de veces, a muchos les entra por un oído y le sale por el otro. Por eso hay tanta prepotencia en este país.
El caso es que la magistrada y vecina, conocedora de los retorcidos caminos de la legislación mexicana, fue al ministerio público y demandó a Gaby acusándola de haberla amenazado de muerte, con lo que Gaby pasó de víctima a sentarse en el banquillo de los acusados y como resultado de la “justicia” tuvo que pagarle dinero a la magistrada y pedirle perdón.
O sea, a uno le mean la puerta y le rallan el coche y encima tiene un que pagar y pedir perdón. ¡Viva México! Vengan otros 200 años de esquizofrenia colectiva.
Dirección: Mazatlán 24, Col. Condesa
Tel.: 5211-8894
Horarios:
Dom de 13:00 a 18:00 hrs.
Lun a Jue de 13:00 a 23:30 hrs.
Vie a Sab de 13:00 a 00:00 hrs.
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