La semana pasada, coincidiendo con los festejos de dos siglos de “independencia” (cualquier cosa que signifique), fuimos a comer a la cafetería Azul y Oro que está en la Facultad de Ingeniería de Ciudad Universitaria. El pretexto es que tenían un festival de chiles, pero cuando llegamos resultó que sólo había un chile y dos tipos de nogada.
Las nogadas eran dulce de Coxcatlán ($185) y salada de Atlixco ($180) y una tercera opción, la mixta ($190), que era mitad de una y mitad de otra. Eso sí, el chile era uno sólo, pero estaba muy bueno. Se comía al tiempo (en realidad refrigerado) y estaba perfectamente limpio debido a la técnica utilizada, que lo deja crujiente, jugoso y de un verde intenso.
Las nogadas, la salada tenía una textura más espesa y algo grumosa porque llevaba queso de cabra y la dulce le hacía honor a su nombre, era más líquida y tenía jerez.
El mesero llevó a la mesa una charola con chiles y nos dio a escoger uno y luego lo puso en un plato de cerámica de Talavera, lo bañó con las salsas de nogada (mitad y mitad), culminándolo con dientes de granada y una ramita de perejil.
El relleno estaba hecho con frutas frescas en trozos grandes, acitrón, piñones y caldillo predominante a canela que resaltaba mucho más con la nogada dulce.
En general el chile estaba muy bien hecho, con una técnica muy exacta y tenía excelente sabor.
Pero antes de todo esto, para abrir apetito, empezamos con unos panuchos con cochinita ($65) que estaban rellenos de huevo duro y aderezados con pico de gallo, aparte de la acostumbrada cebolla morada.
También pedimos unas chalupas de hongos ($60) que estaban hechas con una mezcla interesante de los mismos, perfumados con epazote. Los dos de presentación sencilla pero de muy buen sabor.
Para seguir se nos antojó un mole poblano avellanado ($90), servido con pechuga de pollo, arroz blanco y tortillas. Inteligentemente servido en un plato hondo, un mole dulce con aroma a avellanas tostadas, perfecto.
Todo lo pedimos para compartir. Y después del mole nos llevaron el delicioso y mentado chile que pedimos mixto para probar las dos nogadas.
Lo único que no nos convenció tanto es que por estar en la Universidad, no venden ni un alcoholito, y la verdad siempre es mejor acompañar los alimentos con un buen vino o una cerveza. Nos tuvimos que conformar con una agüita de Jamaica ($15) que pedimos sin azúcar.
El restaurante esta en el nuevo edificio de Ingeniería de CU, que resulta ser un lugar muy lindo, moderno, con muchos cristales y espacios amplios. Nosotros preferimos la terraza posterior que da a un jardín y es un lugar bucólico en medio de la ruidosa urbe.
Ya para terminar pedimos dos postres al centro, un pastel esponjoso de mamey con salsa de café ($50) que estaba hecho con la misma técnica de la espuma de guanábana que probamos la primera vez que fuimos. Estaba muy bueno con un ligero aroma a naranja.
El otro postre que pedimos fue un pastel suave de chocolate con helado de gorgonzola ($65), bueno aunque el pastel parecía más un brownie que a la descripción que da la carta que nos hizo pensar más en un fondant.
El festival dura hasta el 30 de septiembre.
Además de la carta de sugerencias, con su Majestad el chile en nogada, está la carta más amplia con los platos habituales.
Ya habíamos escrito un post de Azul y Oro, del premiado chef e investigador Ricardo Muñoz Zurita, cuando hacíamos los ensayos de El Pecado (dar clic para ver El Paraíso), pero en aquella ocasión fuimos a la cafetería que está en el Centro Cultural Universitario, junto a la Sala Nezahualcóyotl. El que entonces era sub chef de esa cafetería, Atonatiuh Rodríguez, acaba de ser nombrado chef en la de Ingeniería.
A una cafetería no se va con la idea de tener un servicio de lujo en un lugar glamoroso, pero sí con la intención de comer bien a un precio razonable. En Azul y Oro se come excelente a un precio más que razonable. Con todo, el lugar, es bonito, informal y agradable y el servicio es muy correcto. La relación calidad precio es la mejor de todos los lugares que hemos reseñado hasta ahora.