Cuando en la Ciudad de México se habla de grandes restaurantes o de propuestas novedosas de calidad en las cocinas, se piensa generalmente en la zona poniente, principalmente en Polanco, Santa Fe, Bosques de las Lomas... La propuesta del sur de la metrópoli se reducía a lugares muy tradicionales como el San Ángel Inn, la Antigua Hacienda de Tlalpan y algunos lugares que surgen y desaparecen como los hongos en Avenida de la Paz, en San Ángel.
Sin embargo, desde hace poco tiempo existe en El Pedregal un restaurante que pugna por colocar a esta zona de la ciudad en el mapa gastronómico: el Sud 777.
La carta, según el propio chef propietario, Edgar Núñez, es la de un steak house con toques afrancesados, con una propuesta muy sencilla y enfocada a lo comercial. Culinariamente no tiene nada que destacar, pero es un éxito de ventas, porque el lugar, que es muy bonito y tiene un bar espectacular, siempre está lleno.
Lo que lo hace interesante es el espacio del chef, una mesa en la que el propietario elabora un menú de 10 tiempos ($950 por persona, máximo seis comensales) en donde muestra “nuevas técnicas”, da rienda suelta a su creatividad y busca rescatar productos mexicanos que están decayendo o no son por lo general considerados “finos” como el pulque, la sardina y la trucha, que en palabras de Edgar son vistos como “bocados de albañil”. Esto fusionado con ingredientes de otras cocinas y técnicas de cocina internacional.
Lo que más nos llamó la atención fue esa intención de poner el énfasis en lo mexicano, buscando en las comunidades de origen los productos auténticos y autóctonos.
Por ser una noche especial, no por ser el día de la madre, sino por la experiencia de la mesa del chef, Sonia invitó Javier, su novio, y Gerardo a su amiga Eva.
Nos recibieron con una copa de vino espumoso blanco Proseco, de la región Venetto en Italia. Un espumoso de burbuja no muy fina con escasos rosarios, pero refrescante al paladar, cosa que se agradecía en una noche muy calurosa como la de ese lunes 10 de mayo.
La degustación empezó cuando estábamos listos, con la presentación del chef y su “propuesta” que explicó plato por plato a lo largo de la noche.
Los primeros tres tiempos los maridamos con la sugerencia que a solicitud nuestra nos hizo el chef. Pero teniendo en cuenta la sobrecarga de trabajo en la cocina por la fecha, nos quedamos con la impresión de que el mensaje se quedó en el capitán quien impuso su criterio: un vino blanco Cru Garage de Víctor Torres, cauvernet sauvignon ($690). Un caldo muy interesante con un carácter fuerte a trufas, queso roquefort y un poco de caza. Bueno, fuerte, pero no maridaba nada con la sopa de pulque, aunque mejoraba con la trucha y la sardina.
El maridaje de los paltos con carnes rojas, fue con un vino tinto La Llave, de cepa cauvernet franc, del valle de Guadalupe, 2002, vinícola Torres Agrícola ($880), con una barrica francesa marcada, mucho cuerpo y muy sabroso.
Entrando de lleno a lo dulce nos llegó el postre: una rosa de mousse de chocolate blanco , otra de chocolate oscuro, con helado de té verde y una porción de giaccond. Además un pétalo de rosa roja muy mal cristalizado y aire de vainilla con agua de rosas. Muchos elementos y no todos buenos.
Animados por las bebidas anteriores y la conversación que por momentos alcanzaba puntos álgidos, decidimos pedir para rematar la noche un clásico de las tres “b” (bueno, bonito y barato): un nebbiolo, L.A. Cetto, reserva privada 2005 ($340). Nunca falla.
La experiencia fue positiva pese a que discrepamos con el concepto o la realización de alguno de los platos. El esfuerzo del joven chef Edgar Núñez es loable, pues adicionalmente a su propuesta comercial tiene la iniciativa de ofrecer un espacio en donde da vuelo a su creatividad y además tiene el valor de dar la cara y explicar sus creaciones.
La presentación de los platillos fue muy buena y nos quedamos con la impresión de que vimos en acción a un joven chef que está buscando su camino con mucha seguridad de qué es lo que quiere.
Esta vez no fuimos los últimos en dejar el restaurante, pero casi. Lo pasamos bien los cuatro y hubo mucha plática, sobre todo entre Sonia y Eva, ambas profesionales de la cocina. Javier y Gerardo fuimos más sabios y siempre tuvimos la boca ocupada con la comida.
Dirección: Boulevard de la Luz 777, entre Paseo del Pedregal y Camino a Santa Teresa
Col. Jardines Del Pedregal
Tel. 5568 4777