Al llegar a comer, como no teníamos reservación, tuvimos que esperar 40 minutos a que nos dieran mesa, la mitad de ellos en la recepción y los otros 20 en el bar de la planta alta, en donde por cierto se tardaron 10 minutos en ofrecernos un trago. Gerardo decidió tomar una copa de vino espumoso argentino Novecento ($90) Extra Brut, de color amarillo pálido y con aromas cítricos y elaborado por el método Charmat. Eva prefirió un martini Cosmopolitan que no resultó bueno, así es que lo regresó y acompañó a Gerardo con otra copa del espumoso de Mendoza.
Para comenzar, y antes de que nos trajeran las cartas, el capitán hizo unas sugerencias de las que se nos antojó un Sashimi de atún toro ($440) que colocaron al centro. La carne del atún era muy fresca y de textura y sabor muy agradables. Las dos variedades de pan que lo complementaban eran adecuadas y estaban sabrosas. Venía acompañado de salsa de soya y un poco de chile jalapeño crudo en rodajas. La verdad resultaba innecesario, ya que el atún era de muy buena calidad.
Tras hacerle verónicas al sashimi toro, Gerardo pidió de segundo tiempo, para acompañar a Eva, una Empanada de carne ($45) cuyo sabor era correcto, sin llegar a ser nada del otro mundo. Sabía bien con el chimichurri.
Siguiendo en la línea de las entradas frías, Eva ordenó unas Navajas naturales ($190) que estaban también muy frescas y bien aderezadas, aunque tenían unos pedacitos de concha rota al interior, lo que provocaba una sensación muy desagradable. Esto, sin duda, representa un gran descuido en el manejo del producto.
Luego Gerardo pidió una Ensalada Argentina ($99) que sólo llevaba lechuga, jitomate y cebolla desflemada, con un aderezo de aceite y vinagre. Más simple imposible. Pero muchas veces lo más sencillo no es lo más fácil de lograr. En este caso los ingredientes eran frescos y de primera, la cebolla estaba correctamente desflemada y el aderezo llevaba las dosis adecuadas de cada ingrediente, incluyendo sal y pimienta. El resultado, una de las ensaladas más sabrosas que Gerardo ha comido en los últimos tiempos.
Eva decidió probar una ensalada que parecía interesante y era la Buenos Aires ($160). Se ofrecía con camarones suaves y con camarones crujientes, pero en la que le llevaron sólo había crujientes (que eran fritos). ¡Grave error! Además se empalmaban mucho los sabores, lo que daba por resultado una ensalada poco fresca y difícil de comer.
Como principal, aprovechando que estaban atracados en el puerto, Gerardo se decidió por el Bacalao a la vizcaína ($330). Platillo navideño por excelencia, este bacalao tenía sabores que recordaban a los de la cena decembrina, pero con una textura y matices delicados que le daban el toque de originalidad. El atún no era salado y su carne estaba muy suave. La presentación no era la mejor, pues venía servido en un plato hondo, con bastante caldo, que estaba adornado en la orilla con pimentón en polvo, lo causaba la impresión de estar salpicado de la salsa.
Eva eligió irse por un buen corte y solicitó un Bife angosto de 400 gr. ($340) que pidió termino medio. La carne era muy buena y el termino estaba perfecto, tanto que prefirió comerla así sola, sin ningún tipo de salsa, sólo la complementó con una copa de vino tinto. Excelente.
Para compañar los platos nos decidimos por un tinto argentino: Gran Lorca Ópalo Blend ($1000) que maridó muy bien con la carne de Eva y el pescado de Gerardo. Era un coupage (30% Malbec, 30% Cabernet Sauvignon, 30% Syrah y 10% Petit Verdot) de la bodega Mauricio Lorca, bien estructurado, con buen cuerpo, aromas de frutos rojos maduros y especias, buena intensidad de color y tanino muy agradable.
De postre Gerardo optó por las Lágrimas de tres sorbetes ($95), que eran sendas bolas de nieve de mango, frambuesa y limón servidos sobre un coulis de jarabe de sabor de la misma fruta. La presentación de este plato era excelente y en general el sabor era bueno, pero no tanto como la vista. Al final terminaban por empalagar, por lo que no se los acabó.
Eva pidió las Fresas Jubile ($160), que estaban flameadas y venían acompañadas de una bola de helado de vainilla. Estaban bien hechas y no hubo necesidad de acompañarlas con el helado, solas resultaban muy agradables. Las maridó con una copa de Obra Prima ($110), que es un vino rosado100% Cabernet Sauvignon y que estaba recomendado en la carta como vino de postre. Resultaba peculiar.
Es justo hacer mención del servicio en el salón, que fue muy esmerado y aunque a veces se contradecían unos a otros, siempre tuvieron muy buena disposición, lo que nos mantuvo muy tranquilos, pues siempre había alguien pendiente de nosotros.
Puerto Madero no es un lugar que pretenda ser extremadamente refinado, sin embargo responde de manera muy eficaz a la necesidad de comer bien y para eso se basa en tres conceptos: buenos ingredientes, bien elaborados y a un precio razonable para la categoría del lugar. Si a eso le sumamos un servicio excelente y un lugar agradable y acogedor nos explicamos por qué siempre está lleno.
Puerto Madero no es un lugar que pretenda ser extremadamente refinado, sin embargo responde de manera muy eficaz a la necesidad de comer bien y para eso se basa en tres conceptos: buenos ingredientes, bien elaborados y a un precio razonable para la categoría del lugar. Si a eso le sumamos un servicio excelente y un lugar agradable y acogedor nos explicamos por qué siempre está lleno.
Dirección: Presidente Masaryk 110, Polanco, Ciudad de México
Teléfonos: 5545 6098 y 5203 7369
Horario: Todos los días de 13:00 a 01:00 horas
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