miércoles, 10 de marzo de 2010

Nobu, más sabroso que bonito



Si algo se puede alabar del restaurante Nobu, en Bosques de las Lomas, es que sus productos y procesos son de primera calidad. Este lunes fuimos a cenar a dicho lugar y a pesar de que Gerardo traía una pequeña infección en el estómago comió de todo en abundancia y nada le cayó mal. ¡Qué mejor control de calidad!
Al entrar al lugar, cuando caminábamos a la mesa, los meseros lanzaron un grito estilo samurai que no supimos si nos estaban dando la bienvenida o nos iban a saltar al cuello con un sable. Por suerte es la efusiva manera de saludar propia del lugar.
Nada más sentarnos, nos preguntaron si queríamos tomar agua, que por supuesto no era de la llave sino Perrier ($65 –botella grande) y Source ($40 –chica) que son importadas. Esa pregunta, aparentemente inocente, marcó el estilo del servicio: los meseros explicaron la carta sugiriendo o casi imponiendo los tiempos y los platos que sospechosamente están entre los más caros. La manipulación taimada se disfrazó de breviario cultural gastronómico japonés, donde se termina la comida con rollos o nigiris además de una sopa.
Pero no caímos en el engaño, que incluía una pequeña contradicción, pues al final, pese a no ser una costumbre nipona, nos vendieron los postres. Bueno, en la trampa no caímos, pero en la contradicción sí, porque nos tomamos dos postres, uno de ellos un Vento Box con fondant de chocolate sin harina, galleta de ajonjlí y helado de té verde “Matcha” ($135 –si se pide de la carta).
El único perdón es que toda la oferta es excelente.
Mejor decidimos compartir un menú de degustación que comprendía siete tiempos, incluyendo el vento box de postre, todo por un costo de $1,000, con porciones medianas más que suficientes para una sola persona.

Entre las cosas que recordamos incluía el menú de degustación estaban el tartar de salmón con caviar ($350 a la carta) que tenía un sabor muy fuerte por el wasabi y el sashimi de atún amarillo con jalapeño sobre cama de pepino, que fue la mejor entrada de todas las que probamos.

El bacalao negro con miso ($380 a la carta) se llevó la noche por su delicado sabor, con un glaseado dulce de miso que complementaba perfectamente el del pescado. Seguimos con otro plato fuerte que era lomo de ternera Toban Yaki, servida en la característica ollita de cerámica hirviendo, y que hay que comer de inmediato para que no se pase de cocción. Para finalizar el menú de degustación nos sirvieron un plato con cinco piezas de nigiri (se venden por pieza a la carta) con diferentes pescados y anguila, aparte la típica sopa de miso y el postre ya referido.

Como teníamos miedo de quedarnos con hambre compartiendo sólo el menú de degustación, pedimos a la carta una ensalada Sunomono combinado ($70), con pescados muy frescos y los característicos sabores avinagrados de las conservas, y con el toque especial del ajonjolí que suaviza lo agrio de los otros ingredientes. Todo esto lo intercalamos con los platos del menú degustación, a cuyas entradas añadimos un sashimi toro (parte del atún muy apreciada -$165 la pequeña pieza). Sólo pedimos dos. Los platos fuertes los complementamos con una Lubina con miso seco ($390), que al combinarla con hojuelas de ajo y cebollín picado mataban el delicado sabor del pescado.
Gerardo en una visita anterior había pedido una Lubina con salsa de frijol negro, que esa sí tenía un sabor muy equilibrado en el que se podía apreciar tanto el pescado como la salsa ($390).
Para rematar pedimos un postre adicional: “Satandagi”, que eran buñuelos rellenos de pera (nashi) rostizada, helado de crema catalana y chupito de brandy, manzana y coco ($120) de los que destacaba el chupito y el helado que tenía un aroma cítrico, pero el buñuelo sabía a lo que huelen los carritos de churros de Coyoacán, o sea, a aceite recalentado.
La carta de alimentos, como todas la japonesas, ofrece demasiadas opciones, sobre todo porque existen muchos platos por pieza, y está medianamente explicada. A diferencia de otros restaurantes japoneses de gran tradición, como el Suntory, Nobu ofrece una versión Nouvelle Cusinne del país asiático con toque peruanos en algunos platos y bebidas, sin que se pueda hablar realmente de fusión estricta.

La carta de bebidas tiene una variedad suficiente de sake, martinis, vinos con clasificaciones muy claras, entre otros. Sonia pidió al inicio un Martini de pepino ($140) que parecía pulque, con una textura nada agradable, tan mala como el sabor en el que sólo se percibía pepino, alcohol y un poco de azúcar, además de que la copa venia chorreada. Gerardo esta vez dejó sus costumbres para pedir un delicioso sake caliente, añejo de medio cuerpo ($95 la jarra pequeña), y después continuar, junto con Sonia, con un Albariño de Rías Baixas, ($95 la copa –fueron dos por cabeza) que complementó muy bien los platillos.
Los precios de la bebidas iban desde los muy accesibles como el sake antes mencionado, hasta una botella de $2550; en el caso de las botellas de vino había una brecha más abismal que iba desde los $360 la más barata, hasta $46,700 la más cara.
El servicio, aparte de que los meseros se comportan más como vendedores, es muy esmerado y atento. Siempre hay alguien pendiente.
La decoración es buena pero se queda por debajo de las expectativas de un lugar con el aura de Nobu. Tiene cuatro ambientes incluida la terraza que es la mejor opción si no hace frío y si fumas. Además está el Lounge con una coqueta barra de bar.
El conjunto tiene texturas y patrones muy bonitos, pero no están coordinados en un todo. Por ejemplo, las mesas son muy sosas, como de cafetería, en comparación a los tapices de los asientos que estaban lindos.
Comer en Nobu, es comer en uno de los restaurantes más caros de México, pero dentro del rango de restaurantes como Suntory. Sin embargo, a nueve meses de su apertura (en junio de 2009), los precios se han adecuado a la realidad nacional, porque inicialmente eran mucho, mucho más caros. Proporcionalmente las entradas minúsculas son más onerosas que los platos principales que son abundantes.
Los mejores días para ir es entre semana, pese a que la cocina cierra temprano, porque los fines de semana los antros del centro comercial convierten en hazaña dejar el coche en el valet y más heroico aún es salir a la hora del cierre, entre una horda de niños y niñas fresas y prepotentes, como le pasó a Gerardo la vez anterior.
Dirección:
Paseo de Tamarindos 20
Col. Bosques De Las Lomas
Tel. 9135 0062
Horarios:
Dom de 13:00 a 18:00 horas
Lun a Mie de 13:00 a 23:30 horas
Jue a Sáb de 13:00 a 1:00 horas

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