domingo, 14 de agosto de 2011

Babbel… rozando el Averno

La experiencia gastronómica es algo subjetivo. Para algunos la vivencia en el nuevo restaurante Babbel puede ser como si tocaran el cielo, pero para nosotros fue como estar en la antesala del Averno.
Llegamos a cenar tras haber hecho la pertinente reservación, pero el restaurante estaba prácticamente vacío. Era un martes y el clima era estupendo, hacía calor, por lo que agradecimos que nos sentaran cerca de la ventana.
El concepto de Babbel es la fusión de cocinas asiática, latinoamericana, del Pacífico sur y mexicana, según explica en la carta el chef Sebastián Baeza. Pero Babel, con una “b”, también puede ser sinónimo de confusión y ésta fue la impresión que nos dio tras probar los platos.
Al llegar nos ofrecieron amablemente de beber y Eva pidió un Cosmo ($130) que le gustó, cosa rara porque casi siempre se lo llevan demasiado dulce, pero esta vez estaba en su punto, como debe ser. Gerardo pidió una copa de champaña Möet Chandon ($225), que estaba como se espera que esté un Brut Imperial. O sea, bueno.
Casi al mismo tiempo nos ofrecieron como cortesía del chef un totopo con carne que fue la comida mejor presentada de toda la que nos sirvieron esa noche.
De entrada Eva pidió el Ají verde ($130) cuya descripción era la siguiente: Chile güero relleno de camarones y callo de hacha sobre salsa de leche de coco y padthai. La idea se antojaba, pero la realidad era decepcionante ya que el chile venia empanizado y frito, esto le quitaba todo el sabor y protagonismo al ingrediente principal que prácticamente desapareció debajo de la gruesa capa que lo cubría. El relleno era una pasta que carecía de encanto, no se notaban los camarones ni el callo de hacha y la salsa, se perdía en el sabor de la fritura.
Gerardo se decidió por laTrilogía de Spring Rolls ($130), en la que uno de los rollos estaba relleno de vermicelli y verduras, otro de camarones al coco chipotle y el tercero con pato en salsa teriyaki con perfume de habanero, según se describía en la carta. El primero era fácil de distinguir por el vermicelli, pero los otros dos tenían sabores tan confusos que no se podía decir cuál era cuál. La pasta ‘egg roll’ era muy gruesa y tenía un sabor fuerte que se superponía con los otros sabores demasiado intensos. Nada que ver con la delicadeza que caracteriza a este paltillo asiático.
De segundo tiempo Eva decidió probar la Ensalada Gyutan ($115), cuya combinación de ingredientes ya era en sí misma algo muy intenso. Pero que rematada con los aderezos resultaba una muy mala combinación. No había en este plato ningún tipo de armonía.
Gerardo eligió la sopa Mexican miso ($70), que se suponía era una tradicional sopa miso con un ravioli de transparente relleno de aguacate, cebolla morada, cilantro perejil y limón, acompañada con tortilla blanca. Sonaba bien, pero el ravioli no sabía a nada y el sabor del miso casi no se percibía, disminuido por el picante, y desaparecía del todo al añadir la tortilla, con lo que el resultado era una sopa de tortilla sui generis.
El mayor, por no decir el único, acierto de la noche fue el vino: una botella de Ensamble arenal ba II 2007, de la bodega Paralelo, de Valle de Guadalupe ($1,290). Este vino nos encantó. Es una expresión magnifica del vino del Nuevo Mundo. Elaborado a partir de una mezcla de Merlot, Cabernet Sauvignon y, como bien lo dice la etiqueta, adornos de Petit Syrah, Barbera, Zinfandel. A la vista tenía un color rojo granate, turbio (al parecer sin filtrar), capa media y cuerpo aparente medio-alto. En nariz frutos rojos perfectamente maduros, madera, especies como la vainilla y un ligero toque de pimienta, tabaco, tostados y para cerrar una ligera nota láctea. Aroma intenso y muy agradable. En boca, era un vino con buena acidez, ataque medio, tanino agradable, nada agresivo; vino redondo con cuerpo medio. Final largo y cálido. Retrogusto que concordaba totalmente con la nariz. Es un vino que se dejó beber muy fácilmente pero también tenía una buena estructura, muy agradable. Lo recomendamos.
Como plato principal Eva eligió el Cordero Patagonia ($390). La carne era de buena calidad y estaba en el término que lo había ordenado. Venía supuestamente cubierto de una costra de tortilla de maíz y finas hierbas, cuyo grosor no llegaba al grado de costra, sino más bien era una especie de polvo que recubría parcialmente la carne y que no aportaba mucho sabor. El demiglacé aromatizado con frutos de la Patagonia dejaba mucho que desear. Como acompañamiento llevaba un “charquicán de hierbabuena” que no coincidía con el concepto tradicional de dicho guiso de origen sudamericano.
El Atún sellado ($290) que pidió Gerardo tenía un problema similar, pues estaba anunciado con una costra de guajillo, chapulines y chile merken, que de costra no tenía nada, sino que más bien era un polvillo disperso en la salsa agridulce. Eso sí, el sabor del chapulín se percibía muy claramente. Venía acompañado de un portobello asado y cous cous. En la carta había un error que el mesero aclaró previamente, pues se anunciaba con salsa ostión que, gracias a Dios, no llevaba. La sémola del cous cous estaba pastosa por exceso de cocción y sobreabundancia de mantequilla.
Para el postre a Eva se le antojó el Bombón de chocolate ($120) que era un pastelillo relleno de chocolate fundido, que se anunciaba acompañado de helado de té verde, pero que cambiaron sin avisar por uno de frambuesa. Lo complementaban frutos rojos y una teja de caramelo. Era un plato agradable.
En un arrebato de locura y buscando compensar el fiasco que representaba la cena, Gerardo pidió el pastel de chocolate y almendra ($125) que le recomendó el mesero y que no estaba en la carta de postres. ¡Oh decepción! Era incomible. Lo probó y lo dejó.
Ya como consolación decidimos tomar una copa de vino de postre cada uno. Mejor beber que llorar, así que Eva eligió una copa de Riesling Vendimia Tardía chileno, de la bodega Miguel Torres, mientras que Gerardo prefirió un Late Harvest de Sauvignon Blanc, también chileno de la casa Errazuriz. Ambos excelentes.
El vino nos reconfortó un poco y nos animó a ordenar un té negro (40) a Gerardo y un Licor del 43 ($110) a Eva para terminar esa noche mucho más penosa que llena de gloria.
Eso sí, el servicio fue atento en el transcurso de la noche, pero no bastó para compensar la falta de encanto en los platillos.


Dirección: Moliere 48, Colonia Polanco, Ciudad de México
Tels.: 5280 0440 y 5280 0584

Horarios:

Dom. de 13:00 a 18:00 hrs.

Lun. a Mie. de 13:00 a 11:30 hrs.

Jue. a Sáb. de 13:00 a 00:30 hrs.

5 comentarios:

  1. Es una delicia leerlos como siempre.
    Saludos Gerardo y Eva.

    Antonio Sandoval

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  2. HOLA QUE TAL , UNA PREGUNTA... QUE RESTAURANT RECOMIENDAN PARA DEGUSTAR COMIDA LUDICA?

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  3. El lugar ideal para disfrutar de una comida lúdica es aquél en donde te diviertas y comas rico. Nosotros procuramos divertirnos en cualquier lugar al que vamos y casi siempre lo conseguimos. Lo de comer rico ya está más difícil.
    Saludos!

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  4. CERRADO. Por desgracia este restaurante ya cerró sus puertas. Duró abierto escasos seis meses. Aunque no fue de nuestro agrado, siempre nos entristece cuando un lugar cierra sus puertas, porque el mundo se empobrece al perder un concepto culinario que es único, además de lo que representa para la gente que trabaja ahí.
    De verdad lo sentimos.

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