viernes, 1 de julio de 2011

Benkay, a las carreras

La semana pasada decidimos ir a un restaurante japonés de gran tradición que ya habíamos visitado otras ocasiones quedando muy satisfechos. El Benkay, que está en la planta baja del Hotel Nikko de la Ciudad de México.
Habíamos reservado para las nueve y media de la noche y nos informaron que el restaurante cerraba en punto a las once, y que después de esta hora solamente podíamos quedarnos a terminar nuestros tragos en el salón. Y bajo estas condiciones decidimos aceptar.
Llegamos a la hora acordada y como es tradición nos preguntaron qué deseábamos beber. Gerardo se decidió por una jarrita de sake frío ($200) que estaba excelente y además era el de la casa. Aunque lo mejor fue la garrafa en que lo sirvieron, de vidrio soplado estilo murano con una burbuja a la mitad para alojar el hielo. Eva se decidió como siempre por un martini, en este caso de lichi ($200).
Durante toda la noche estuvimos confundidos, debido a que el servicio de nuestra mesa corrió a cargo de tres personas diferentes, las cuales nunca estuvieron muy coordinadas ni tenían muy claro lo que ocurría en la misma.
Si bien uno de los meseros que nos atendía conocía muy bien el contenido de la carta, nunca nos sugirió algún plato ni tampoco opinó nada cuando hicimos nuestros pedidos.
Gerardo, que iba con ánimo de descubrir, pidió el menú de degustación -Benkay Kaiseki- ($1,200) que constaba de siete platos y postre, a elegir por el chef siguiendo un orden previamente establecido en la carta.
El menú comenzaba con un Entremés que incluía cuatro pequeñas delicias: Gelatina de mariscos, todo un reto para atraparla con los palillos y con un sabor suave y elegante; rollo de salmón con calabaza China; pato y haba rellena de pasta de camarón al témpura, repartidos a los extremos de un palillo y, por último, pez relleno de su propia hueva. La intensidad de los sabores era marcadamente ascendente, en el orden descrito.
Eva comenzó con una entrada fría: el queso de soya con salsa del mismo cereal y condimentos (Hiya Yakko $70), que no eran mas que cuatro trocitos de tofú sobre una cama de hielo, acompañados por un poco de salsa de soya, hojuelas de pescado deshidratado, cebollín y jengibre. Un plato muy agradable para abrir boca.
Gerardo ni siquiera había probado bocado cuando ya estaba sobre la mesa el segundo plato, anunciado como Sashimi en el menú y que era una porción de atún toro, otra de arenque japonés y una más de camarón dulce. Todo muy fresco y de buen sabor.
Eva siguió con un plato que ya había escuchado antes, pero no se había atrevido a pedir, el témpura de cangrejo de las nieves, (Zuwaigani Témpura, $300) que es de un crustáceo entero con todo y caparazón (la característica particular de este producto es que su caparazón es blando). El sabor denotaba la frescura del producto, pero era tan intenso y la textura tan contrastante, que resultó demasiado para nuestro poco educado paladar occidental y no pudimos terminarlo. Hablamos en plural, porque los dos lo probamos.
Gerardo apenas estaba terminando el entremés cuando le llevaron una reconfortante Sopa Miso con pescado, fideo y alga. Deliciosa. ¿Qué tendrán las sopas japonesas que son terapéuticas?
Y hablando de sopas, Eva siguió con unos Fideos gruesos de harina con cerdo y cebolla (Butanegi Udón $65). A la vista parecían muy grasosos y pesados, pero ya al probarlos resultaban muy sabrosos, con los sabores muy bien combinados y la pasta perfecta. A pesar de que los japoneses acostumbran tomar la sopa al final, resultó agradable como tercer tiempo.
Por supuesto que antes de que Gerardo se diera cuenta ya estaba su cuarto tiempo: el platillo al vapor, Nímono, que llevaba pulpo, zanahoria y papa japonesa, según la descripción del mesero, todos cocidos con agua en estado gaseoso, muy sabrosos.
Muy a destiempo y casi a la par que la sopa llegaron las dos piezas de Niguiri que Eva había ordenado al inicio de la cena: uno de atún akami ($75) que era de muy buena calidad y uno de carne kobe ($100) que venia sellado, y que para su gusto hubiera estado mejor crudo, porque se acabo enfriando y perdió su gracia.
Para acompañar nuestra cena decidimos tomar un vino blanco monovarietal: Sylvaner 2007 de la Maison Trimbach (Appellation Alsace Controlee). Un vino seco, delicado y muy fresco. Que nos ofrecía un color amarillo canario, un cuerpo ligero, aromas sutiles a cítricos y piña verde. En boca tenia una acidez marcada, pero muy agradable, se confirmaba la nariz. Resultaba la combinación perfecta con nuestros platillos. El único problema fue que a pesar de que lo pedimos desde el primer plato, nos llegó hasta el cuarto platillo. Además de que nos preguntaron repetidamente (como cinco veces) qué vino habíamos ordenado. 
Y exactamente tres minutos después de la sopa llego el último plato de Eva: la Anguila con cama de arroz servido en cama japonesa (Una Jyu $245), que si bien venia en una presentación mas elegante que en cualquier restaurante de cocina rápida japonesa, no era nada fuera de lo común, salvo por una sopita de miso rojo que la acompañaba y que se antojaba mucho. Pero como Eva tuvo primero que tomarse la sopa, luego los niguiri y al final la anguila más que fría, éste no fue el mejor plato de la noche.
También a la carrera trajeron el plato a la plancha de Gerardo, que era Wagyu (carne japonesa) con seta y espárrago, y que incluía en la misma plancha de hierro nabo -rojo- y cebollín para mezclar en la salsa de soya. Una carne muy tierna y de delicado sabor que estaba acompañada de manera sobria, pero muy correcta, de una seta grande y dos trozos de espárrago verde al dente.
Gerardo ni siquiera se dio cuenta cuando le dejaron el platillo frito, que consistía en un témpura de camarón envuelto en nabo, y también unos chiles capeados al estilo japonés que, por fortuna, no picaban mucho, pero que sí tenían todo el sabor del chile e iban estupendamente con el crustáceo.
Ya casi para finalizar, y siguiendo la costumbre japonesa, llegó lo que en el menú de degustación estaba anunciado como platillo a base de fideo o arroz y que resultó ser una Sopa Udón con el consabido efecto similar al de una visita al Spa tras una terapia con el doctor Freud.
Desde el inicio de la apresurada cena, Eva le pidió al primer mesero que nos atendió que le avisara 10 minutos antes de que cerrara la cocina para ordenar un postre, a lo que el mesero asintió. Pese a ello, después de nuestros platos fuertes llegó otro mesero a decirnos que ya había cerrado la cocina, y ¡oh sorpresa!, no habíamos ordenado nuestros postres.
Después de una explicación y como tres vueltas, accedieron a llevarle a Eva un postre de nombre Pasion coconut ($80), que se describía como geleé de coco y su espuma, acompañado de sorbete de mango-maracayá y su compota. Era un postre con una presentación interesante y un sabor agradable. Sólo hubo un pequeño detalle y era que habían excedido la cantidad de grenetina utilizada en el geleé y el fondo resultaba mucho más denso, lo que creaba una textura
desagradable.
A Gerardo le tocó una bola de nieve de mango como parte del menú. Quiso ordenar, además, la fruta de la estación que estaba en la carta, pero con el pretexto de que ya había cerrado la cocina se la negaron.
Ya no pedimos vino de postre ni té o café, pues la cosa estaba en plan de sálvese quien puede y tonto el último. Así que nos limitamos a solicitar la cuenta y nos fuimos, no sin antes dar un paseo por el salón, muy sobrio, casi rallando en lo austero, pero elegante y bonito. Los restaurantes nipones son así, y prefieren la formica al cedro, por decirlo de alguna manera.
Al final fue una cena contra reloj y a las once de la noche ya estábamos saliendo del estacionamiento. A los términos Fast Food y Slow Food podemos ahora agregar este: comida carrereada.

Dirección: Campos Elíseos 204, Col. Polanco Chapultepec, (dentro del Hotel Nikko México).
Teléfono: 52 83 87 00.
Horario: Lun. a Dom. de 13:00 a 23:00 hrs.
 

2 comentarios:

  1. cuanto fue el costo de la cena ?

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  2. Hola. Todos los precios aparecen en los párrafos en los que se describen los platos. El total es el resultado de hacer una sencilla operación aritmética. En el caso del vino no pusimos el precio porque por descuido se nos olvidó apuntarlo, pero es probable que estuviera entre los $1,000 y $1,500 la botella.
    Saludos

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