jueves, 17 de marzo de 2011

Champs Elysées... 20 años después

No es lo mismo Los Tres Mosqueteros que Veinte años después. Y tampoco es igual el Champs Elysées actual al que fue hace dos o tres décadas, cuando era una referencia del buen comer en la Ciudad de México. Ahora es el buque insignia de un corporativo desalmado que incluye La Mansión, los Bistro Mosaico y Casa Ávila.
Al llegar nos encontramos con un atractivo escaparate de cristal en la parte baja del edificio que enmarcaba a un Bistro Mosaico y que hacía las veces de entrada para ambos establecimientos. Al interior, una escalera en forma de espiral nos condujo a la planta alta en donde había un elegante salón estilo parisino con decoración clásica y sobria.
Llegamos a las nueve y media de la noche, con reservación, y nos encontramos con la sorpresa de que sólo había una mesa ocupada aparte de la nuestra, lo que nos sorprendió pues era viernes.
Comenzamos nuestra experiencia con un par de aperitivos: Eva tomó un Cosmopolitan ($185) que estaba muy clásicamente elaborado; su sabor se acercaba al de un martini seco, sólo que se olvidaron de poner el twist de naranja, cosa que le quitó su aire clásico. Gerardo pidió una copa de espumoso Brut D’Argent ($118), un blanc de blancs francés elaborado con uva Chardonnay, que tenía color amarillo paja, olor a manzana y cítricos que persistía en boca.
Para iniciar la cena Eva ordenó una Pasta  fresca con salsa de morillas ($280). Fue el mejor plato de la noche, con una base cremosa, morillas enteras y queso parmesano. Bien equilibrado en sabor, la pasta estaba en su punto de cocción. Sólo que la porción era demasiado sustanciosa para ser considerada una entrada, por lo que únicamente comió la mitad.
Gerardo prefirió el Abulón de Baja en su vinagreta con un toque de chipotle ($495) que estaba en el límite de la frescura. El sabor era aceptable, sin ser nada maravilloso, pero la textura era ligeramente chiclosa y el chipotle casi imperceptible. Digamos que era como pasear por un parque cualquiera de un barrio parisino, o sea, nada que ver con los Champs Elysées.
De segundo, Eva se decidió por la Ensalada fraicheur ($105) que estaba sobresaturada de sabores. Consistía básicamente de arúgula  acompañada de suprema de toronja y mango, con un aderezo de fresa y balsámico que no era el complemento ideal.
Gerardo pidió una Ensalada de hortalizas al olivo ($180) que resultó decepcionante. Para empezar llevaba piñones, algo que no aparecía en la descripción de la carta ni tampoco mencionó el mesero en el interrogatorio al que lo sometió Gerardo para asegurarse de que entre los ingredientes no se colara algún lácteo. No es que los piñones sean malos per se, pero cuando no te gustan te echan a perder el plato. Por si fuera poco, el aliño era pésimo. ¡Por dios! ¿Es tan difícil combinar buenos ingredientes y aliñarlos correctamente?
Para acompañar los platos la sommelier nos recomendó un Château Côtes de Rol 2007 ($1,178) Saint Emilion Grand Cru. Era un coupage de Merlot (70%), Cabernet Franc (20%) y Cabernet Sauvignon (5%); un vino de color rubí intenso, de aromas florales y a musgo, sutil en boca, de tanino agradable de con sabor frutal y animal, con persistencia de trufas. Era potente sin ser agresivo.
De principal compartimos Chuleta de res  en su jugo con papa gratin y reducción de vino tinto ($780), sólo que Gerardo pidió que a las patatas que les correspondían no les pusieran queso y se las trajeron fritas en rodajas con perejil. 
La carne resultaba aceptable, pero no deslumbraba. Aunque el término era el correcto, la textura y el sabor se quedaban cortos. Tanto así que las papas que lo acompañaban resultaban el mayor atractivo del plato, en el caso de las de Eva, porque las de Gerardo estaban sobrecocidas y grasosas.
De postre Gerardo pidió que le prepararan un plato con Frutos rojos ($70) que resultaron el complemento ideal para el postre que al final terminó compartiendo con Eva.
Eva decidió que valía la pena esperar la media hora que se tardaba en preparar el Soufflé Grand Marnier ($210), pero como era para dos personas Gerardo tuvo que entrar al quite. El soufflé salió perfectamente esponjado y fue acompañado por una salsa de vainilla muy agradable, la única falla fue que el sabor del Grand Marnier casi no se percibía, pero sí el del huevo.
Cabe mencionar que en este aspecto el mesero fue muy atento. Nunca nos negó la posibilidad de prepararlo pese a que el restaurante cerraba en teoría a las 23 horas y ya era la medianoche. Lo que nos pareció un muy buen detalle.
Para acompañar al postre pedimos sendas copas de vino Château Rayne Vigne ($150 cada una) Sauternes 2000. Un vino color ámbar, frutal, untuoso, potente y refinado, con gran persistencia en boca. La copa en la que nos lo sirvieron era simplemente perfecta para conservar y potenciar sus aromas exóticos.
Pese al esmero del servicio, a su sobrio aspecto y al rancio abolengo de Champs Elysées, el casco de este buque ya está apolillado y da la impresión de que comienza a hacer agua.

Dirección: Paseo de la Reforma 316, Colonia Juárez
Teléfono: 5514 0450
Horarios: Lun. a Sab. de 13:00 a 23:00 horas.
 

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