miércoles, 9 de febrero de 2011

La Condesa se viste de Azul


A menos de una semana de la apertura del restaurante Azul Condesa, del chef Ricardo Muñoz Zurita, los pecadores lo visitamos para cenar. El restaurante está ubicado en una de las colonias con mayor oferta gastronómica de la Ciudad de México, en la avenida Nuevo León, en donde antes estaba el Ligaya.
Nada más entrar vimos al chef propietario pendiente del salón. Al poco tiempo llegó a saludarnos cortésmente a nuestra mesa, se interesó por lo que habíamos pedido y nos recomendó una opción de maridaje para nuestros platos. También salió a saludarnos el chef Atonatiuh Rodríguez, de quien también obtuvimos diversas sugerencias. A partir de esto teníamos a tres meseros y al capitán muy pendientes de nosotros.
La propuesta gastronómica sigue la línea de la cocina tradicional mexicana, elaborada con respeto y calidad. Además de la carta, se presentarán diversos festivales monotemáticos a lo largo del año. Esta vez nos tocó el festival Alma Jarocha (de Veracruz), en el que se incluyen varios platillos representativos de dicho estado.
A diferencia de las cafeterías Azul y Oro de Ciudad Universitaria, el restaurante Azul Condesa presenta una carta de vinos que si bien resulta sencilla, cuenta con la variedad suficiente pare elegir un buen maridaje con los platillos del menú. 
También incluye una buena gama de tequilas y una conveniente selección de mezcales blancos de diferentes regiones del país, entre otros destilados. Cabe mencionar que en Azul Condesa, Muñoz Zurita se asoció con los dueños del extinto Ligaya quienes también poseen otros restaurantes como el Capicúa y la Champagnerie.
Aprovechando lo anterior, Eva ordenó como aperitivo el mezcal blanco Murciélago ($70), proveniente del estado de Durango, elaborado con agave 100% silvestre y de producción orgánica, que resultó sumamente agradable en el paladar, con los aromas característicos de esta variedad de agave poco conocida. Gerardo se decidió por un tequila Herradura reposado ($95) que le cayó de maravilla.
De primer tiempo Eva eligió el Auténtico salpicón de venado ($87) con rebanadas de aguacate y totopos de maíz. El sabor era correcto, estaba muy bien aliñado y los vegetales frescos que lo acompañaban estaban en su punto exacto de madurez. La carne resultaba ligeramente dura, pero es comprensible, debido a que el plato estaba elaborado con pierna de venado, que por naturaleza no resulta tan suave.
Gerardo pidió el Tamalito ranchero Tlacotalpan ($53) que se ofrecía entre las sugerencias del Festival jarocho como “preparado con generosa porción de carne de cerdo y hoja santa” y se presumía como “receta especial”. Sobre advertencia no hay engaño, estaba bueno pero, efectivamente, la carne de cerdo era abundante y con mucha grasa, muy al gusto tradicional veracruzano, pero no tanto de quien lo comió.
Eva se decidió, como segundo plato, por el Ceviche rojo mixto mandinga ($96) que estaba compuesto por una mezcla de pescado y camarón. La textura de ambos era correcta, pero la cantidad de camarón era desproporcionada frente al pescado, lo que hacía que el segundo tuviera muy poca presencia. Estaba preparado con una salsa de jitomate y chile chipotle muy bien elaborada. Los sabores formaban un agradable conjunto. En general era un buen ceviche.
A Gerardo se le antojó un Caldo de frijoles negros cuenca del Papaloapan ($30) que venía servido en una ollita de peltre muy coqueta. Estaba muy sabroso, es lo que se espera de un rico caldito de frijoles que evoca momentos de la infancia y otros platos comidos a lo largo de la vida que, a su vez, remiten a los primeros.
Para maridar nuestros platos fuertes aceptamos la sugerencia del chef Muñoz Zurita y pedimos una botella de Silvana, un vino blanco del 2009 de la bodega Viñas Pijoan, del Valle de Guadalupe en Baja California ($550). Vino joven, elaborado con las uvas Chenin Blanc, Sauvignon Blanc y Moscatel que presentaba un color amarillo pálido; estaba fresco y bien balanceado, con aromas cítricos y de flores blancas. Por desgracia, no nos presentaron el vino a la temperatura correcta, por lo que tuvimos que pedir que lo enfriaran.
Gerardo escogió el Pescado a la veracruzana Puerto de Veracruz ($140), anunciado en las sugerencias como “el platillo más famoso de todo el Estado servido a nuestro estilo con ciruelas pasas y papas”. Pues muy famoso sí es y sabroso también estaba. La presentación era buena, más esmerada de lo que suelen ser tradicionalmente. La cocción y la textura eran las correctas y las ciruelas pasas aportaban un toque dulce muy agradable.
Eva optó por la Posta de robalo al mojo de ajo ligero ($158), el que, con una presentación muy sencilla, tenía un buen sabor y la textura era buena, pero no perfecta, ya que para el gusto de Eva estaba ligeramente pasado de cocción, tal vez debido a que era un corte delgado. El mojo de ajo era tal cual la descripción, ligero y agradable; el arroz estaba muy bien cocido y el plátano era prácticamente decorativo. Hubo aquí un pequeño error en el servicio y es que nunca se ofreció la opción de acompañarlo con verduras, como venía sugerido en la carta. El vino se quedaba un poco corto debido al mojo de ajo.
De postre, el chef Atonatiuh le sugirió a Gerardo uno que no llevaba lácteos ni azúcar en exceso, el Tamalito de coco con piña ($52) que venía anunciado en la carta del Festival con la siguiente leyenda: "de un lugar en la carretera entre Veracruz y Alvarado, postre chico para darse un gustito". Y gustito sí que le dio, más cuando vio en la cuenta que los postres habían sido cortesía de la casa.
A Eva se le antojó la Leche nevada ($55), que no era más que una simple salsa de vainilla, cubierta con un merengue suave atinadamente bien azucarado, con ralladura de limón y espolvoreada con coco, almendras y un poco de nuez. No hay mucho que decir de este postre, ya que era muy sencillo, pero resultó agradable y bien balanceado. Como digestivo eligió un licor del 43 en las rocas.
La decoración del lugar es sencilla y de buen gusto, con mobiliario de madera natural que evoca al de las cafeterías, pero con un toque chic. Predominan los blancos con pinceladas azules. El servicio fue muy esmerado, pero en este aspecto no podemos ser muy objetivos, pues una vez que perdimos la calidad de incógnito la atención que nos brindaron fue incluso desproporcionada.



Un punto positivo que comparte el Azul Condesa con sus cafeterías medio hermanas (además de algunos platillos, como las enchiladas de Jamaica) es que se ofrece muy buena comida mexicana a precios muy accesibles, aunque como es lógico no tan baratos en el primero como en las segundas. En conclusión, vale la pena ir.

Dirección: Av. Nuevo León 68, Colonia Condesa
Teléfonos: 5286 6268, 5286 6380
Horarios: Mar. A Sáb. de 13:00 a 23:30 horas
Dom. y Lun. de 13:00 a 18:00 horas

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