sábado, 10 de diciembre de 2011

Morimoto... nada dulce



Nuestra visita para cenar en el recién abierto restaurante Morimoto en el Hotel Camino Real de la Ciudad de México no nos dejó un dulce sabor de boca, porque nos privaron del postre. Tras esmerarse desmedidamente en atendernos, llegó la hora del cierre y eso fue un sálvense quien pueda. Ni siquiera nos avisaron que iban a cerrar la cocina.
Lástima, porque hasta ahí las cosas iban muy bien en el local del Iron Chef.
El lugar está donde se ubicó el fallido Le Cirque. La decoración es muy moderna, casi futurista, con una terraza en dos niveles y una espléndida cocina separada tan sólo por unos enormes vitrales. Desde la mesa que nos asignaron pudimos ver al chef Pablo Peñaloza, del desaparecido Ouest.
El estilo de la comida es fusión.
Mientras veíamos la carta, Eva ordenó un martini Passion D’Orange ($160), que sabía idéntico que las pastillas Tic -Tac de naranja. Gerardo, para ponerse a tono con el lugar, eligió un Ginjo sake de 10 onzas ($340) que venía servido en una pequeña jarra muy coqueta.
Ya para abrir boca pedimos para compartir una Bagna cauda ($180), que era un puré de ajo y anchoas, “vegetales locales” y témpura de flor de calabaza. La presentación era llamativa y al servirlo el mesero explicó a Eva que el chef Morimoto recomendaba comerlo con los dedos. Menos mal, porque con los palitos habría estado en chino o en japonés.
El puré venía cubierto por una capa de aceite de oliva, que mesuraba la intensidad del mismo y complementaba el aliño aportando también un contraste en la textura.
Gerardo comenzó con un Pork gyoza ($180), que son dumplings de pork belly, pasta de tomate y espuma de tocino. Venían cubiertos por una costra de papa. 
Un plato muy bien elaborado y sabroso, pero que recordaba más a la cocina italiana que a la japonesa. Los sabores eran muy marcados y combinaban bien.
Pedimos al somellier su consejo para maridar los platillos y éste improvisó un maridaje por copeo. A las entradas les correspondió un vino espumoso atípico: un Navarro Correas Brut Malbec Rosé ($120 la copa). Que ayudaba acompañando y limpiando el paladar, pero que no nos sorprendió mucho.
De transición Gerardo ordenó una Tofu miso ($140 c/u), que era una sabrosa sopa miso, muy lucidora en una bonita vajilla. Ideal para las noches frías que estamos viviendo.
Eva continuó con el Watermelon tempura ($180), que no era otra cosa que sandía capeada, jamón ibérico y crema de wasabi tzatziqui. El primer bocado resultaba muy equilibrado e intenso en sensaciones, pero después del tercero se perdía el encanto.
Para maridar lo anterior, el somellier  aconsejó un albariño Terras Gauda O Rosal 2010 ($120 la copa), de color amarillo verdoso y con aromas que iban desde de manzana madura hasta corteza de naranja, con evocaciones de hierbas aromáticas. En boca destacaba su estructura frutal y dejaba en el paladar agradables sensaciones cremosas. Buena elección.
A Gerardo se le antojó el Yose dofu ($170), que era un tofu supuestamente preparado en la mesa y acompañado con una salsa dashi y otra salsa de pozole. La realidad es que nos llevaron el tofu ya elaborado a la mesa, aunque sí se preparó en casa, pero en la cocina. 
Se cortaba en cuadritos que se tomaban con una cuchara y se remojaban en las salsas.
Odiamos la interpretación del pozole, era demasiado picante y plana, no ofrecía esa sensación amable que es tradicional en este caldo. Creemos que quiso representar al pozole después de ser sazonado por el comensal con su chilito y orégano, pero aun así, no nos gustó mucho.
Hicimos varias pruebas de maridaje y el que mejor quedó fue el Vino Malbec Altos las Hormigas 2009 ($180 la copa), que por su intensa frutalidad ayudaba a complementar el conjunto.
Eva culminó con una Lobster Epice ($580), langosta entera al horno, garam masala y espuma de limón. La langosta estaba bien cocinada, suave y jugosa y el garam masala intenso, pero sutil. Era muy distinto a otros que hemos comido; con la langosta iba bien. Lo que no nos gustó fue el aire de limón. Las verduras que estaban debajo tampoco se antojaban mucho.
Y Gerardo, que estaba indeciso entre una lubina y el Morimoto Pork Chop ($340), se decidió por la chuleta de cerdo con kimchee, tocino y puré de manzana-jengibre. Era cosa seria, desde el tamaño de la porción, con un excelente sabor, pero muy marcado el gusto del puerco.
Un buen plato para quienes gustan de los sabores intensos.
Estos platos los acompañamos con unas copas de Vino Cabernet Franc Pillitteri Estates 2007, de origen canadiense.
Nos sorprendió. Muy buen maridaje. Y justo fue aquí que nos dimos cuenta de que había iniciado la desbandada, cuando le pedimos al somellier otra copa de este vino de la Península del Niágara y no llegó nadie.
De pronto apareció el mesero que no había dado señales de vida durante un rato a preguntar si queríamos algo más de la barra y le repetimos nuestra petición del vino pero ignoraba que había pasado. Y al solicitarle la carta de postres simplemente nos dijo que ya no había nadie en la cocina y se limitó a musitar una disculpa.
Nos entristecimos mucho, porque la cena había sido muy interesante hasta entonces y nos quedamos con las ganas de algo dulce. Tuvimos que conformarnos con un Hana sake ($325 la copa) espumoso.
Ya todo el mundo corría para terminar su día laboral y el ambiente del lugar cambió de sofisticado a desolado.
Unos días más tarde, al revisar la cuenta nos dimos cuenta de que el somellier, en su prisa por dejar el lugar, olvidó cobrarnos las copas de Pillitteri. ¡Justicia Divina!

Dirección: Mariano Escobedo 700, Col. Nueva Anzures
Teléfonos: 5263-8888 / 5262-6264

Horarios: Lun. a Vie. de 13:00 a 23:00 hrs.

Sáb. de 13:00 pm a 120000 hrs.

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