Nuestra visita
para cenar en el recién abierto restaurante Morimoto en el Hotel Camino Real de la Ciudad de México no
nos dejó un dulce sabor de boca, porque nos privaron del postre. Tras esmerarse
desmedidamente en atendernos, llegó la hora del cierre y eso fue un sálvense
quien pueda. Ni siquiera nos avisaron que iban a cerrar la cocina.
Lástima, porque
hasta ahí las cosas iban muy bien en el local del Iron Chef.
El lugar está
donde se ubicó el fallido Le Cirque. La decoración es muy moderna, casi
futurista, con una terraza en dos niveles y una espléndida cocina separada tan
sólo por unos enormes vitrales. Desde la mesa que nos asignaron pudimos ver al
chef Pablo Peñaloza, del desaparecido Ouest.
El estilo de la
comida es fusión.
Mientras
veíamos la carta, Eva ordenó un martini Passion D’Orange ($160), que sabía
idéntico que las pastillas Tic -Tac de naranja. Gerardo, para ponerse a tono
con el lugar, eligió un Ginjo sake de 10 onzas ($340) que venía servido en una
pequeña jarra muy coqueta.
Ya para abrir
boca pedimos para compartir una Bagna cauda ($180), que era un puré de ajo y
anchoas, “vegetales locales” y témpura de flor de calabaza. La presentación era
llamativa y al servirlo el mesero explicó a Eva que el chef Morimoto
recomendaba comerlo con los dedos. Menos mal, porque con los palitos habría
estado en chino o en japonés.
El puré venía cubierto por una capa de aceite de
oliva, que mesuraba la intensidad del mismo y complementaba el aliño aportando también
un contraste en la textura.
Gerardo comenzó
con un Pork gyoza ($180), que son dumplings de pork belly, pasta de tomate y
espuma de tocino. Venían cubiertos por una costra de papa.
Un plato muy bien
elaborado y sabroso, pero que recordaba más a la cocina italiana que a la
japonesa. Los sabores eran muy marcados y combinaban bien.
Pedimos al
somellier su consejo para maridar los platillos y éste improvisó un maridaje
por copeo. A las entradas les correspondió un vino espumoso atípico: un Navarro
Correas Brut Malbec Rosé ($120 la copa). Que ayudaba acompañando y limpiando el
paladar, pero que no nos sorprendió mucho.
De transición Gerardo
ordenó una Tofu miso ($140 c/u), que era una sabrosa sopa miso, muy lucidora en
una bonita vajilla. Ideal para las noches frías que estamos viviendo.
Eva continuó
con el Watermelon tempura ($180), que no era otra cosa que sandía capeada,
jamón ibérico y crema de wasabi tzatziqui. El primer bocado resultaba muy equilibrado
e intenso en sensaciones, pero después del tercero se perdía el encanto.
Para maridar lo anterior, el somellier aconsejó un albariño Terras Gauda O Rosal 2010 ($120 la copa), de
color amarillo verdoso y con aromas que iban desde de manzana madura hasta
corteza de naranja, con evocaciones de hierbas aromáticas. En boca destacaba su
estructura frutal y dejaba en el paladar agradables sensaciones cremosas. Buena
elección.
A Gerardo se le
antojó el Yose dofu ($170), que era un tofu supuestamente preparado en la mesa
y acompañado con una salsa dashi y otra salsa de pozole. La realidad es que nos
llevaron el tofu ya elaborado a la mesa, aunque sí se preparó en casa, pero en
la cocina.
Se cortaba en cuadritos que se tomaban con una cuchara y se
remojaban en las salsas.
Odiamos la interpretación
del pozole, era demasiado picante y plana, no ofrecía esa sensación amable que
es tradicional en este caldo. Creemos que quiso representar al pozole después
de ser sazonado por el comensal con su chilito y orégano, pero aun así, no nos
gustó mucho.
Hicimos varias
pruebas de maridaje y el que mejor quedó fue el Vino Malbec Altos las Hormigas
2009 ($180 la copa), que por su intensa frutalidad ayudaba a complementar el
conjunto.
Eva culminó con
una Lobster Epice ($580), langosta entera al horno, garam masala y espuma de
limón. La langosta estaba bien cocinada, suave y jugosa y el garam masala
intenso, pero sutil. Era muy distinto a otros que hemos comido; con la langosta
iba bien. Lo que no nos gustó fue el aire de limón. Las verduras que estaban
debajo tampoco se antojaban mucho.
Y Gerardo, que
estaba indeciso entre una lubina y el Morimoto Pork Chop ($340), se decidió por
la chuleta de cerdo con kimchee, tocino y puré de manzana-jengibre. Era cosa
seria, desde el tamaño de la porción, con un excelente sabor, pero muy marcado el gusto del puerco.
Un buen plato para quienes gustan de los sabores
intensos.
Estos platos
los acompañamos con unas copas de Vino Cabernet Franc Pillitteri Estates 2007,
de origen canadiense.
Nos sorprendió. Muy buen maridaje. Y justo fue aquí que
nos dimos cuenta de que había iniciado la desbandada, cuando le pedimos al
somellier otra copa de este vino de la Península del Niágara y no llegó nadie.
De pronto
apareció el mesero que no había dado señales de vida durante un rato a
preguntar si queríamos algo más de la barra y le repetimos nuestra petición del
vino pero ignoraba que había pasado. Y al solicitarle la carta de postres
simplemente nos dijo que ya no había nadie en la cocina y se limitó a musitar
una disculpa.
Nos
entristecimos mucho, porque la cena había sido muy interesante hasta entonces y
nos quedamos con las ganas de algo dulce. Tuvimos que conformarnos con un Hana
sake ($325 la copa) espumoso.
Ya todo el
mundo corría para terminar su día laboral y el ambiente del lugar cambió de
sofisticado a desolado.
Unos días más
tarde, al revisar la cuenta nos dimos cuenta de que el somellier, en su prisa
por dejar el lugar, olvidó cobrarnos las copas de Pillitteri. ¡Justicia Divina!
Dirección:
Mariano Escobedo 700, Col. Nueva Anzures
Teléfonos:
5263-8888 / 5262-6264
Horarios:
Lun. a Vie. de 13:00 a 23:00 hrs.
Sáb.
de 13:00 pm a 120000 hrs.
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