miércoles, 24 de noviembre de 2010

Un malaya y tres fracasos


Esta semana Gerardo vivió un claro ejemplo de la fugacidad de las cosas, que son reflejo de la temporalidad de la vida. “¿Acaso para siempre en la tierra? ¡Sólo un breve instante aquí!”, se pregunta y lamenta un poema nahua. Eso es lo que reflejó el destino en la suerte de tres restaurantes a los que quiso ir a comer en un mismo día. Todos habían desaparecido de la faz del planeta.
El primero de la lista fue Rosetta, ubicado en Colima 166, esquina con Orizaba en la Roma. Ya no existe mas que en la edición 2010 de la guía de restaurantes “Queremos comer” y en la aplicación para IPhone “Gourmap”, pero en la realidad es un lugar desmantelado, con sillas apiladas sobre mesas cubiertas de polvo.
Tras la sorpresa, pensó en ir al Malayo, cerca de ahí, en la Plaza Río de Janeiro, también en la Roma, pero si bien seguía existiendo en la realidad, además de en las guías como “DF, por Travesías a la mano” que lo tiene entre sus recomendados, el caso es que no abre los miércoles y la ronda fue en vano. A éste ya había ido Gerardo en dos ocasiones que constan en la fotogalería de la página de Facebook y que le dejaron impresiones dispares. El caso es que el malaya Malayo estaba cerrado.
De ahí, tal vez por una asociación de ideas decidió dar el salto a la vecina colonia Condesa, al restaurante Los Placeres, en la calle de Pachuca y que antes estuvo en el mismo lugar que ahora ocupa El Malayo. ¡Oh sorpresa! Los crueles hados decidieron que este lugar que sirviera comida francesa hubiera pasado a la historia, al igual que el italiano Rosetta.
Hambriento y frustrado recordó el restaurante Ouest, que está a unas cuantas calles, en la en la parte menos comercial de la Condesa, hacia el Metro Chapultepec, en Juan de la Barrera. Este lugar ya fue reseñado en el blog. ¡Oh desilusión!, si bien en cierta forma ya lo había anticipado, no dejó de causarle tristeza y desazón ver que este restaurante de comida tecno emocional, que apenas había abierto sus puertas en junio, ya era pasto de las cenizas y el olvido.
La moraleja de esta serie de lugares cerrados se condensa en el poema nahua antes aludido: “Hasta las piedras finas se resquebrajan, hasta el oro se destroza, hasta las plumas preciosas se desgarran”.
Todo tiene, pues, su principio y su final y este blog no es la excepción.

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