martes, 22 de junio de 2010

De Magritte a Maremonte


En esta ocasión vamos a contar una experiencia diferente. Todo comenzó con una invitación en Facebook para asistir a una exposición en Bellas Artes del pintor surrealista René Magritte, que se complementaría con una cena maridaje en el restaurante Maremonte que está en la Condesa.
La salida estaba programada desde el centro comercial Antara, a las 18:30. Como Gerardo se despistó llegamos un minuto después de que se había ido el autobús, en el que se servirían vino y canapés durante el recorrido. En lugar de eso nos tuvimos que tragar el humo del escape del camión, al que nos dedicamos a perseguir y alcanzamos justo en Bellas Artes.
Si sirvieron o no canapés lo ignoramos, pero nadie bajó del transporte con cara de haber comido algo rico, ni con migajas en la ropa.
El recorrido por ‘El mundo invisible de René Magritte’ lo explicó la co-curadora Alejandra. Tal vez porque llegamos tarde a la exposición, el tour fue rápido y no hubo posibilidad de apreciar la obra con tranquilidad.
En total eran aproximadamente siete salas donde se presentaba su trabajo en orden cronológico junto con su evolución artística. El único pero fue que no se podían tomar fotos, pues la obra está protegida por derechos de autor, además de que había una extrema vigilancia que aunque discreta a veces resultaba incómoda.
Además de que la exposición era muy completa, contaba con espacios lúdicos para los niños en donde se podía interactuar y tomar fotos.
La exposición daba una visión global del autor y de su obra, recopilando trabajos de diversas colecciones particulares y museos de todo el mundo, mostrando su capacidad de trastocar las cosas a partir de realizaciones hiperrealistas yuxtapuestas y fuera de contexto. Por ejemplo, pintando con toda minuciosidad una calle desierta por la noche, con mimo en los detalles (sobre todo en la iluminación), con un cielo luminiscente de mediodía. El título: ‘El imperio de las luces’.
Otro ejemplo es la pintura de un hombre que monta a caballo a través del bosque y donde los claros son opacos y las cosas no son lo que parecen. De este concepto surgió el nombre de la exposición.
Tras el maravilloso aunque apresurado recorrido, fuimos al Maremonte a la cena maridaje.
Como viajamos aparte llegamos antes que el autobús y mientras esperábamos nos ofrecieron un cocktel de creación de la casa llamado Pimienta shake, que nos lo explicó detalladamente quien posiblemente era su creador, además del barman. Un hombre parecido a Nacho Libre. El trago, que bebió Sonia, estaba muy bueno.
Luego llegaron tres tiempos con sus respectivas copas que no son representativos de la oferta del restaurante, pues fueron sobre pedido de bajo presupuesto y parecían de cena de quince años.
De entrada nos llevaron una ensalada de arúgula con mango y una mezcla de queso crema con queso de cabra y hierbas.
El maridaje de acompañamiento era un vino Genolí blanco de Bodegas Ijalba de la Rioja, ciento por ciento viura, muy joven y fresco. De sabor afrutado que equilibraba la acidez de la arúgula.
De segundo se podía escoger, como en clase turista, entre atún sellado o filete a la pimienta. Ambos iban acompañados de spaghetti con crema y jitomate además de verduras al vapor. Sonia optó por el primero (como no le gusta el atún) y Gerardo por el otro.
Estos platos se maridaron con un tinto Múrice de la Rioja, de la misma bodega que el anterior, con un año de crianza y que era una mezcla de 90% tempranillo y 10% graciano, con barrica americana muy marcada y cuerpo medio.
Maridaba bien con las dos opciones, y la comida no era mala de sabor, sin embargo la presentación no fue buena y simplemente correspondía a las necesidades de lo que los organizadores habían contratado con el restaurante. Pero al final de todo estuvo bien y las porciones fueron más que suficientes.
De postre sirvieron una gran ración de Mousse de maracuyá, que no estaba muy bueno que digamos y que parecía comprado en El Globo. Éste se maridó con un cava Freixenet de Ezequiel Montes, Querétaro, que maridaba medianamente pero que en calidad se quedaba corto pues su burbuja era grande y junto con su aroma no perduraban.
Al margen de la calidad, o falta de ella, de la cena, nos hubiera gustado que los organizadores hubieran sido más creativos y encargado un menú menos convencional y más acorde con la exposición, tal y como lo ha vivido Gerardo en el Museo Tyseen de Madrid, en donde visitó hace un par de años una exposición de Joan Miró y los pinchos del bar del museo se inspiraban en el tema y los motivos de la muestra, como se ve en la foto que acompaña.
Otro detalle importante fue que el sommelier que promovía los vinos nuevos jamás se acerco a nuestra mesa a hacer cata o platicar de su producto, más bien estuvo cerca de la mesa de los organizadores, sin enriquecer a los asistentes que pagaron por ello.
En contraste el servicio en general fue bueno, con los meseros muy atentos y amenizado por las puntadas de Nacho Libre y su pimienta shake, que fue lo único surrealista de la cena que si maridaba con Magritte.
Dirección: Laredo 13 esq Amsterdam
Teléfono: 5212-2125

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